3.12.25

La Zaragoza visigoda. Detalles de su historia


Para entender bien la historia de Zaragoza durante el período de transición del dominio romano al visigodo hay que advertir y reconocer que los godos no "tomaron" la ciudad de Caesaraugusta mediante una conquista militar en el sentido tradicional, y que el proceso fue gradual, complejo y mayormente pacífico, extendiéndose a lo largo de varias décadas durante el siglo V principalmente. Aunque es un periodo de la historia de Zaragoza, no bien conocido todavía.

La ciudad romana de Caesaraugusta se encontraba en una región de Hispania durante una época de profunda inestabilidad casi total. El Imperio romano de Occidente, heredado por el emperador Honorio, se hallaba debilitado y fragmentado. Cuando en el año 409 una coalición de pueblos bárbaros (vándalos, alanos y suevos) invadió la Península Ibérica, se distribuyeron los territorios entre sí, pero Roma no controlaba efectivamente Hispania, sino que se confiaba en fuerzas federadas de la propia Hispania para mantener el orden.

A partir del año 415, los visigodos comenzaron a llegar en mayor número a Hispania bajo el mando del rey Ataulfo. Sin embargo, el proceso fue intermitente. Inicialmente se asentaron principalmente en Aquitania (sur de la Galia actual), donde establecieron el Reino de Tolosa en 418 bajo el acuerdo con el emperador Honorio. Desde allí, durante los siglos V y VI, los visigodos ejercieron creciente influencia sobre Hispania sin necesidad de conquistas militares dramáticas. Era un recambio que incluso se entendía positivo.

No fue una expulsión de romanos, sino una gradual asunción del control administrativo de aquella Hispania. Los visigodos, como principales fuerzas militares del norte, se fueron consolidando en posiciones de dominio, que Roma prácticamente impotente tras el colapso del imperio occidental en 476, ya no podía disputar.

El momento más específico en que Zaragoza fue incorporada al dominio visigodo ocurrió en torno a 472. El rey Eurico, legislador y expansionista, envió al conde Gauterico para incorporar Pamplona y Zaragoza al reino visigodo. Habían pasado unas décadas desde la entrada en Hispania de los Visigodos.

Esto sucedió sin que los textos que se ocnservan hablen de un asedio o combate específico. La ciudad ya era conocida por los visigodos desde hacía décadas: habían pasado por sus vías durante sus operaciones como federados romanos, admiraban sus poderosas murallas de 60 hectáreas, su importancia estratégica en el valle del Ebro y su riqueza agrícola.

Por lo tanto, la ocupación en el año 472 fue administrativamente declarada, no militarmente conquistada. Zaragoza simplemente pasó a formar parte del Reino visigodo de Tolosa que Eurico estaba ampliando.

Lo que sí marcó el inicio de una presencia militar goda significativa y constante en Zaragoza fue a partir del año 494, con los primeros ataques de los francos desde el norte de la Galia. En este momento, la ciudad de Zaragoza requería guarnición militar permanente, por lo que se asientan en nuestra ciudad desde el año 494 grupos de militares godos y sus familias.

Es posible que hubiera cierta resistencia de elementos locales hispanorromanos a la presencia visigoda, pues según algunas crónicas locales, hablan de dos incidentes de represión tuvieron lugar para disuadir la resistencia: 

El caso de Burdunelo: Un levantisco local fue enviado a Toulouse y cocido vivo dentro de un toro de bronce como escarmiento ejemplar 
 
La exhibición de la cabeza de Pedro (506): Un hispanorromano llamado Pedro, capturado en Tortosa tras haber intentado rebelarse contra los visigodos, fue decapitado. Su cabeza fue exhibida públicamente en Caesaraugusta como advertencia

Estos actos sugieren que, aunque la transición fue principalmente administrativa y pacífica, hubo resistencia organizada local que fue duramente sofocada para consolidar el dominio visigodo.

Tras la batalla de Vouillé en 507, donde los francos derrotaron a Alarico II y conquistaron gran parte del reino galo de Tolosa, los visigodos se retiraron definitivamente hacia el sur, a la Hispania que ya era propia.

La ciudad de Zaragoza, que ya era parte del reino visigodo, continuó bajo su dominio. Aunque hubo períodos de supremacía ostrogoda (511-549) y continuos conflictos —especialmente el legendario asedio franco de 49 días en el año 541 en donde la ciudad de Zaragoza al quedar dominada totalmente, permaneció bajo control visigodo hasta la invasión musulmana de 711.

Childeberto y Clotario fracasaron en el empeño de conquistar Zaragoza por la fuerza, sobre todo por el papel que ejercieron nuestras murallas. Se piensa que se atacó Zaragoza en la zona del muelle del puerto fluvial, por algunas modificaciones que se hicieron en aquella época, para dotarlo de más seguridad.

El asedio de Caesaraugusta (Zaragoza) en el verano de 541 constituye uno de los episodios más dramáticos de la historia de la ciudad en época visigoda. Durante 49 días, un poderoso ejército franco comandado por los reyes merovingios Childeberto I y Clotario I intentó sin éxito conquistar la principal plaza fuerte visigoda en el norte de Hispania.

Childeberto I, cuyo nombre significa "Ingenioso combatiente", era uno de los cuatro hijos de Clodoveo I, el fundador de la dinastía merovingia y primer rey en unificar a los francos. Tras la muerte de su padre en 511, el reino franco se dividió entre los hermanos siguiendo la tradición germánica del reparto patrimonial, correspondiendo a Childeberto la ciudad de París y el territorio que se extendía por el norte hasta el Somme y por el oeste hasta el Canal de la Mancha.

En el año 524, Childeberto y su hermano Clotario asesinaron a sus propios sobrinos (los hijos de su hermano fallecido Clodomiro) para repartirse su herencia, lo que le convirtió también en rey de Orleans. En 534, los dos hermanos conquistaron conjuntamente el reino burgundio (Borgoña), que pasaron a reinar conjuntamente.

Clotario I, llamado "el Viejo", era el hijo menor de Clodoveo I y de la reina Clotilde. A la muerte de su padre heredó las tierras de Soissons, pero pasó la mayor parte de su vida en campañas para expandir sus territorios a expensas de sus parientes y de los reinos vecinos. Clotario era conocido por su ambición desmedida y su capacidad para la intriga. Tras la muerte de Childeberto en 558, logró reunificar todo el reino franco bajo su mando.

Ambos hermanos, a pesar de sus continuas disputas y conspiraciones mutuas, colaboraban cuando existían intereses comunes, especialmente en las campañas militares contra los visigodos.

Sabemos que en aquella Hispania hubo un brote muy potente de peste inguinal (peste bubónica) en el año 542, pero desconocemos de qué forma pudo afectar a la ciudad de Zaragoza, aunque se sabe qué si fue una epidemia muy potente en toda Hispania y en sus zonas del Norte afectó a las tropas militares que estaban viviendo muy juntas en barracones. Pero volvamos un poco antes.

En el verano de 541, un potente ejército franco partió de la ciudad de Dax (en la Gascuña francesa) y atravesó los Pirineos con la intención de conquistar el valle del Ebro. La expedición estaba encabezada por los reyes Childeberto y Clotario I, acompañados de los tres hijos mayores de Clotario.

El paso de los Pirineos se realizó por Roncesvalles, y tras llegar a Pamplona, el ejército franco se dedicó a saquear la provincia Tarraconense logrando un cuantioso botín y provocando una gran devastación. El asedio de Caesaraugusta se prolongó durante 49 días, sin que las tropas sitiadoras pudieran superar las defensas de la ciudad. La urbe estaba protegida por la potente muralla tardorromana, que encerraba un recinto de aproximadamente 60 hectáreas, y reforzada posiblemente por una guarnición visigoda al mando del dux Teudiselo (futuro rey visigodo).

Las murallas de Caesaraugusta habían demostrado ya su inexpugnabilidad en múltiples ocasiones a lo largo de los siglos IV y V, resistiendo a bagaudas, suevos y otros invasores. Los francos, aunque contaban con un ejército numeroso, carecían de los medios técnicos necesarios para asaltar una fortificación de tal envergadura.

Las fuentes históricas ofrecen dos versiones diferentes sobre cómo finalizó el asedio, ambas con elementos probablemente complementarios. La versión milagrosa de Gregorio de Tours y la versión militar de Isidoro de Sevilla

El obispo Gregorio de Tours, cronista franco del siglo VI, ofrece un relato cargado de elementos hagiográficos en su Historia Francorum. Según este autor, cuando la situación de la ciudad ya era desesperada, sus habitantes, imitando a los ninivitas bíblicos, se sometieron a un ayuno riguroso y comenzaron a desfilar en procesión sobre las murallas. Los hombres iban cubiertos de cilicios, entonando cánticos y llevando consigo la túnica de San Vicente Mártir. Las mujeres vestían mantos negros, con los cabellos sueltos y cubiertos de ceniza, implorando la ayuda divina.

Los supersticiosos francos creyeron inicialmente que se trataba de un maleficio contra ellos. Sin embargo, un campesino zaragozano hecho prisionero les informó de la verdad: no se trataba de magia, sino de una procesión religiosa, y además los habitantes de la ciudad no eran arrianos sino católicos como ellos. Esta revelación cambió la actitud de los invasores. Los reyes francos ofrecieron al obispo de Zaragoza, llamado Juan, levantar el asedio a cambio de una reliquia de San Vicente como prenda de paz. El obispo les entregó la estola del mártir, que Childeberto llevó a París.

La otra versión, la de Isidoro de Sevilla, en su Historia Gothorum, ofrece una versión más pragmática y favorable a los visigodos. Según él, los francos se vieron obligados a levantar el cerco ante la proximidad de un ejército visigodo enviado por el rey Teudis al mando del conde Teudisclo. El ejército visigodo había ocupado los pasos pirenaicos, amenazando con cortar la retirada franca. En otro pasaje, Isidoro señala que los visigodos lograron efectivamente cortar la retirada al ejército invasor, y que los francos tuvieron que comprar a muy alto precio una breve tregua (un día y una noche) para atravesar los puertos pirenaicos. "A cinco reyes de los francos que asediaban Caesaraugusta y que habían devastado casi toda la provincia Tarraconense, habiendo sido enviado el duque Theudisclo, se les enfrentó decididamente y no con ruegos, sino con las armas los obligó a marcharse de sus dominios”. Según esta versión, transcurrido el período de tregua, en el que solo pudieron ponerse a salvo algunos contingentes, el resto del ejército franco fue aniquilado.

Aunque Zaragoza resistió, el resto de la provincia Tarraconense sufrió terriblemente. Los francos saquearon amplios territorios antes de retirarse, llevándose un rico botín. La destrucción de los cultivos de los alrededores provocó hambre en la ciudad.

Los godos pues, no expulsaron a los romanos de Caesaraugusta mediante una conquista militar, sino que ocuparon gradualmente la ciudad como parte de la desintegración natural del Imperio romano de Occidente. El proceso fue gradual desde las primeras incursiones federadas (415) hasta la ocupación administrativa declarada (472), fue mayormente pacífico con una transición administrativa que prevaleció sobre las armas y con poca resistencia local, aunque cuando la hubo fue sofocada mediante represión ejemplar

Zaragoza y especialmente a partir de del año 494, cuando la ciudad requería defensa permanente, se consolida como un gran cuartel militar para defender el norte de aquella Hispania Goda.

Y aunque Zaragoza resistió bien en aquel envite del año 541, el resto de la provincia Tarraconense sufrió terriblemente. Los francos saquearon amplios territorios antes de retirarse a Francia, llevándose un rico botín. La destrucción de los cultivos de los alrededores provocó hambre en la ciudad de Zaragoza al levantarse el asedio.

El fracaso del Sitio de casi dos meses reforzó la posición de Zaragoza como plaza inexpugnable y centro estratégico del reino visigodo. La ciudad continuaría resistiendo ataques posteriores. En el año 621 un ejército franco entró en paz para apoyar a Sisenando contra Suintila, y en el 653 las murallas resistieron los embates del rebelde Froya contra el rey Recesvinto.

Para Zaragoza, el episodio del año 541 quedó grabado en la memoria colectiva como símbolo de resistencia. La ciudad mantendría su importancia estratégica durante todo el período visigodo, alcanzando un notable esplendor cultural en el siglo VII bajo los obispos Juan II, Obispo Braulio, Obispo Tajón y Obispo Valderedo, que desarrollaron en el marco del monasterio de Santa Engracia una importante actividad humanística.

La conexión entre Zaragoza y París, forjada paradójicamente por este fallido asedio, pervive hasta hoy en la abadía de Saint Germain des Prés, testimonio silencioso de aquellos 49 días en que dos reyes francos fracasaron ante las murallas de la antigua ciudad de Caesaraugusta.

2.12.25

Obras de Jerónimo Zurita y Castro


Aragón ha sido tierra de grandes figuras históricas que han marcado caminos y han sabido recopilar nuestra historia, para poderla conocer hoy mucho mucho mejor. Uno de los más importantes fue Jerónimo Zurita.

Jerónimo Zurita y Castro nacido en Zaragoza, (4 de diciembre de 1512 - Zaragoza, 3 de noviembre de 1580, bautizado en la iglesia de San Gil,) fue el primer cronista oficial del Reino de Aragón y una de las figuras más relevantes de la historiografía renacentista española. Considerado unánimemente como el "Príncipe de los cronistas oficiales de la Corona de Aragón", su riguroso método historiográfico basado en fuentes documentales primarias revolucionó la forma de escribir historia en la España del siglo XVI.

Cuando Aragón había concluido ya su personalidad como Reino junto a los territorios de Baleares, parte de Italia, algo de Asia, parte de Francia, junto a la actual Cataluña, Valencia y sus alrededores, surgió la figura de un cronista que supo dejarnos por escrito toda la historia de su tiempo.

Zurita nació en el seno de una familia acomodada y bien relacionada con la Monarquía. Su padre, Miguel de Zurita, natural de Mosqueruela (Teruel), fue médico de cámara del rey Fernando el Católico y posteriormente del emperador Carlos V. Su madre, Ana de Castro, era la segunda esposa del doctor Zurita. De este matrimonio nacieron tres hijos: Jerónimo, Andrea e Isabel.

La posición privilegiada de su padre le permitió acceder a una formación humanística excepcional. Estudió en la prestigiosa Universidad de Alcalá de Henares, donde tuvo como maestro al célebre helenista Hernán Núñez de Toledo, conocido como el Comendador Griego o el Pinciano. En Alcalá coincidió con futuros intelectuales destacados como el cardenal Mendoza, León de Castro, y Francisco y Juan de Vergara, con quienes profundizó en el conocimiento del griego y el latín.

Su dominio de lenguas fue extraordinario: además del latín y griego clásicos, aprendió francés, italiano, portugués y catalán, lo que le permitiría más tarde consultar fuentes documentales en diversos territorios de la Corona de Aragón.

Gracias a la influencia paterna, en 1530 el emperador Carlos V nombró a Zurita merino (Juez ordinario y foral) de la ciudad de Barbastro y de la villa de Almudévar, además de "Continuo" de la Casa Real y gentilhombre de su Cámara con cargo militar. Poco después fue designado Baile (Juez ordinadiro de Huesca).

En 1537 contrajo matrimonio en Valladolid con Juana García de Oliván, hija del Secretario de la Inquisición, quien ya había conseguido que Jerónimo fuera su coadjutor y sucesor. De este matrimonio nacieron cinco hijos: Miguel (1542), Juana (1543), Jerónima (1545), Isabel (1547) y Jerónimo (1547), este último su heredero principal. De los cinco hijos, solo Isabel contrajo matrimonio; los demás entraron en religión.

Ese mismo año de 1537 fue nombrado asistente-secretario de la Inquisición al servicio del cardenal Juan Tavera, que desempeñaba los cargos de miembro del Consejo de Estado, inquisidor general y arzobispo de Toledo.

Las Cortes de Aragón crearon el cargo de Cronista del Reino en 1547. Como consecuencia de esta normativa, los Diputados del Reino aragonés eligieron y nombraron a Zurita para el cargo el 31 de mayo de 1548. Fue así el primer ocupante de este oficio que perduraría hasta principios del siglo XVIII.

A partir de su nombramiento en la Inquisición, Zurita emprendió una labor sistemática de investigación documental sin precedentes. Autorizado por los Diputados de Aragón y con permiso de los soberanos, trabajó en archivos de toda la Corona: Barcelona, Sicilia, Nápoles, Roma, La Seo de Urgel, Tarragona, Valencia y Simancas. En 1549 obtuvo las órdenes reales que le franquearon el acceso a todos los archivos y librerías, tanto públicas como privadas, para realizar sus investigaciones.

La fidelidad de Zurita a la corona, especialmente al príncipe Felipe, le llevó a una estima que se tradujo en un aumento de la confianza del nuevo rey tras su ascenso al trono en 1556. En 1566, Felipe II lo nombró secretario para el Concilio de la Inquisición, así como secretario de su Consejo y Cámara, delegando en él todos los asuntos de suficiente importancia como para requerir la firma del rey.

En 1567, el monarca le ordenó dirigir el acopio de fondos para el Archivo General de Simancas, contribuyendo a la organización de este importante repositorio documental. En 1571 obtuvo una sinecura en Zaragoza como racional (supervisor de la contabilidad municipal), lo que le permitió renunciar a sus anteriores cargos el 21 de enero de ese año para dedicarse por completo a sus estudios históricos.

La obra magna de Jerónimo Zurita, en la que trabajó durante treinta años, son los Anales de la Corona de Aragón. Esta monumental crónica narra la historia de Aragón en orden cronológico desde el periodo islámico hasta el reinado de Fernando el Católico, abarcando también los territorios vinculados a la Corona: Cataluña, Valencia, Mallorca, Sicilia, Cerdeña y Nápoles.

La estructura de la obra comprende veinte libros divididos en dos partes:

Primera parte (libros I-X): publicada en 1562, cubre desde los orígenes del reino hasta el reinado de Alfonso V

Segunda parte (libros XI-XX): publicada entre 1578 y 1579, abarca hasta la muerte de Fernando el Católico en 1516

Las principales ediciones de los Anales fueron:

La edición príncipe de 1562, editada por Bernuz en Zaragoza. La edición corregida por el propio Zurita de 1585, editada por Portonariis. La edición de 1610 por Robles, que incluía la Apología de Ambrosio de Morales y un parecer de Juan Páez de Castro en defensa de la obra​. La edición de 1668-1670 por Diego Dormer

El modelo historiográfico de Zurita fue el historiador romano Tácito. Se propuso hacer un relato histórico riguroso, alejándose de leyendas, rumores y creencias populares, contemplando únicamente fuentes antiguas y documentación archivística. Como señala su biógrafo: fue la primera historia española que no empezó por Noé.

Zurita puede considerarse como el primer medievalista de Aragón y un pionero de la historiografía científica española. Su método destacó por varias innovaciones fundamentales.

Preferencia por las fuentes primarias: no se conformó con seguir las pautas de sus predecesores, que se limitaban a reescribir la historia según las crónicas precedentes, sino que indagó en los archivos y utilizó documentación original. Rechazaba o desconfiaba de los cronicones antiguos y de la bibliografía que no contuviera un planteamiento crítico, apartándose de la fabulación y del mito.

Investigación exhaustiva: visitó numerosos archivos en España, Italia y Sicilia, recogiendo documentos de su propia mano que constituyen la historia más completa de la monarquía aragonesa.

Transcripción documental: en muchas ocasiones figuran en sus Anales las transcripciones literales de los documentos que le sirvieron de fuente.

Rigor crítico: aunque su estilo resulta árido y monótono, sus juicios son íntegros y honrados, concienzudo e imparcial.

En total se cree que fueron más de 40 libros los que llegó a escribir en sus años de investigador sobre la Historia de Aragón. El conjunto de documentos que Zurita recopiló durante sus investigaciones constituye lo que se conoce como la "Alacena de Zurita". Unos elementos casi tan importantes como sus obras.

Tras su nombramiento como cronista, visitó diversos archivos y fue recogiendo todos los documentos necesarios para escribir los Anales. Una vez utilizados, muchos los entregó al Rey o a los archivos correspondientes, y otros quedaron en su poder hasta su muerte.

En 1573 entregó al Archivo de la Diputación del Reino algunos legajos, expresando su deseo de que se guardasen en un armario junto con sus manuscritos, como prueba documental de lo escrito. El 4 de junio de 1576, su hijo Jerónimo Zurita Oliván presentó a los diputados la segunda parte de los Anales junto con la documentación correspondiente.

Este fondo documental sufrió gravemente el incendio de 1809 durante los Sitios de Zaragoza, conservándose hoy solo una pequeña parte que comprende documentos reales de Pedro III, Alfonso III, Jaime II, Pedro IV, Juan I, Martín I, Alfonso IV, Fernando II y Carlos II, entre otros.

Zurita mantuvo una intensa correspondencia con los principales eruditos de su tiempo. Su amistad con Juan Páez de Castro, con quien probablemente coincidió en la Universidad de Alcalá, fue especialmente fructífera. Páez de Castro fue helenista reconocido y cronista oficial de Carlos V y Felipe II, y ambos compartieron intereses por la historia y los libros.

También mantuvo relación epistolar con Antonio Agustín, eminente jurista, y con otros humanistas como Gonzalo Pérez, secretario de Estado de Felipe II.

Los Anales no estuvieron exentos de críticas. El cosmógrafo mayor Alonso de Santa Cruz, impugnó la obra, achacándole un punto de vista demasiado favorable al Reino de Aragón y cierto desdén hacia Castilla. Sin embargo, Zurita cosechó a esos defensores o detractores acérrimos que negaban que su historia mostrara un punto de vista tendencioso. A su defensa salieron Ambrosio de Morales y Juan Páez de Castro.

Esta controversia obligó a Zurita a someter sus Anales a revisión antes de que la obra pudiera publicarse en Castilla, pero finalmente la defensa de Morales y Páez de Castro prevaleció.

En 1578 y 1579 Zurita estuvo en Zaragoza con permiso real e inquisitorial, aunque no consiguió la deseada jubilación. Durante este período pudo atender directamente sus estudios históricos y ver la publicación de la segunda parte de sus Anales (1578-1579), de los Indices rerum (1578) y de la Historia del Rey Don Hernando el Católico (1580).

El 31 de octubre de 1580 hizo testamento, y el 3 de noviembre de ese mismo año el notario Jerónimo Andrés daba cuenta de su fallecimiento. Por deseo propio, sus restos fueron sepultados en el Monasterio de Santa Engracia de Zaragoza.

Su epitafio, que se encontraba colateral al sepulcro en el monasterio, decía: "HIERONIMO ZURITAE MICHAELIS F. GABRIELIS N...". Lamentablemente, el monasterio fue arruinado durante los Sitios de Zaragoza en la Guerra de la Independencia.

Zurita desempeñó un papel clave en la construcción de la memoria del pasado aragonés. Su obra sigue siendo de obligada consulta para cualquier estudio sobre la historia medieval de Aragón y la Corona. Como señalaban los estudiosos de su época, difícilmente se encontrará, ni aun en los tiempos modernos, una obra escrita con tal rigor crítico y tales cualidades de veracidad.

Su método de trabajo, basado en la consulta directa de documentos originales y el rechazo de las fabulaciones legendarias, estableció un modelo que sería seguido por generaciones de historiadores posteriores, convirtiéndolo en una figura fundacional de la historiografía científica española.