11.9.25

Ebro 2: La Cantabria mediterránea, el Alto Campóo

El valle orientado al este que conforma comarca cántabra donde nace el padre Ebro recibe el histórico nombre de Valle de Campoo, que comparte con el alto valle del Pisuerga, del que su capital es la ciudad especializada española en la fabricación de galletas alimento de las legiones: Aguilar de Campoo.

La pastelería basada en mantecados y sobaos del norte castellano y toda la comunidad cántabra se debe a la feliz combinación de un trigo de alta proteína producido en altura, aguas purísimas y mantequilla untuosa y suficiente por contar estas tierras con una cabaña vacuna productora de altísima calidad. Perderse en las pastelerías de Espinosa de los Monteros, el valle del Pas y tantas localidades de esta área geográfica es un goce para los sentidos.

Dentro de la comarca cántabra de Campóo, hay dos subdivisiones denominadas Campoo de Yuso y Suso, comprendiendo las parroquias, después municipios, aguas arriba o abajo en el Ebro de su ciudad capital: Reinosa.

Como ya se adelantó pero por su importancia se insiste deambular por las orillas de los ríos forma parte de la actividad humana nómada y ganadera, valles y riberas son paso franco para las rutas trashumantes incluso en ríos caudalosos por su primer vado (significado de Bilbao en el Nervión). Así y desde la noche de los tiempos, los valles de ríos favorecieron la implantación de civilizaciones que los remontaron desde su desembocadura, fueran o no navegables. En el caso del Ebro, contribuyó a la romanización de toda su cuenca y valle dejando cultivos, usos y toponimia. Dio asimismo estatuto de ciudadanos sujetos a derecho romano a los propietarios iberos y celtas jefes de las tribus y clanes, los amos del territorio que inicialmente abastecieron a las legiones.


A la comarca del Ebro natalicio se la llama con la expresada toponimia de Campoo y los historiadores a los que preferimos creer, a vuelta de vuelo de dron o de rapaz así se percibe en el paisaje, indican que el topónimo viene de Campodium: lugar de campos en repisas o navas, compartiendo significación con la etimología de Navarra.

El gentilicio de sus gentes es el de campurriano, y significaría habitantes en un lugar llano de campos. Entre barrancos delimitadores de cultivos de cereal, el sur cántabro es un paisaje frío y seco mediterráneo semejante al de la faja somontana de breves kilómetros que compone el paisaje de Álava, la Jacetania oscense o la Cerdanya en que nace el río Segre.

La tierra se reseca por asoleada y ventosa y son altiplanos todos ellos muy fríos en invierno, abundantes en heladas tardanas por lejanos al mar –el principal estabilizador climático- y, para colmo, un horno seco con noches frías en verano. Todo ello, sin embargo, es garantía de enorme calidad por ausencia de hongos para la producción de cereales, vid, frutas de altura y producciones de huerta que necesitan azúcar solar para ser dignas.


La tierra valle de Campoo oficia por su ubicación como necesario cruce de caminos entre el interior mesetario del valle del Duero y la costa cántabra. Conociendo desde tiempos antiguos importante tráfico humano y comercial por calzadas romanas y de peregrinación, que fueron ampliadas como vías para la exportación de la lana de la meseta castellana a Inglaterra y Flandes.

Los moradores de origen celta establecidos al norte de los puertos de Reinosa recibieron el nombre de cántabros, como el mar del que se sustentaban en marea baja de pescado y moluscos. Palabra que proviene del prefijo en su lengua y célebre apellido “Kant”: montaña. Aún hoy a sus descendientes se les llama montañeses.

Los cántabros necesitaron, como los vascos, de pastos nutritivos de invierno para el ganado y se extendieron al sur de sus montañas. Su castro capital, la ciudad de Amaya al pie del homónimo y mítico cerro, la establecieron al sur del Ebro en el norte de la actual provincia de Burgos, cobrando importancia Cantabria como ducado visigodo.

El puerto natural de Santander, Ortus Victoriae, solo fue una factoría pesquera de pequeña importancia hasta su desarrollo medieval. Una parada al modo de Bermeo o Gijón, del primer Bilbao, en la fundamental vía Burdeos-Coruña marítima romana correspondiente a la Vías Atlánticas y Aquitana terrestres, fundamentales en el desarrollo de la primera industria conservera hispana.


El pueblo cántabro ha dado nombre al mar o gran golfo que se extiende entre los cabos o puntas celtas de Galicia y Bretaña. La civilización romana consideraba esta costa una de las regiones traseras, de las finis terrae del imperio, recibiendo entonces este mar las apelaciones de Océano Británico y hasta Gálico. Desde sus ensenadas, calzadas y vías atravesaban puertos de montaña para garantizar un cómodo acceso entre los romanizados valle alto del Ebro y meseta del valle del Duero y la costa, que dieron lugar a dos fundamentales comunicaciones:

1.- La Vía del Besaya que discurre por dicho valle comunicando los puertos naturales de Suances y Santander con Palencia, y atraviesa Campoo por Reinosa –cercana a su colonia originaria romana de Juliobriga- bajando por el valle del Pisuerga.

2.- El Camino Lebaniego que parte de San Vicente de la Barquera, cabeza de otro estuario natural fundamental, penetra en el valle de clima mediterráneo de Liébana y, pasando por Santo Toribio, prosigue hacia el sur como Camino Real de Valdavia. Franqueando la cordillera por el paso de Piedrasluengas, da lugar en la comarca de Cervera de Pisuerga a notables ejemplos de arte románico palentino.


Estos pasos grandemente utilizados en el Medievo y Edad Moderna representaron para la comarca campurriana el ser conexión fundamental y parada de postas, asentándose población al servicio de los viajeros. A ello contribuyó su clima continental pero húmedo, fundamental para producir como se ha referido cereal de alta calidad, origen de su tradición galletera.

Como también se comportó dentro del Reino de Castilla de forma necesariamente estratégica si pensamos que Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera, junto con Bilbao y Bermeo, fueron los principales puertos castellanos previos a la reconquista andaluza.


Así surgió el polo comercial y de servicios de Reinosa como necesaria fonda y albergue para caravanas y personas en tránsito entre la Castilla vieja y mesetaria las Cuatro Villas de la Costa de la Mar, desligadas del reino de Asturias-León.

Potenciadas por una sucesión de diferentes reyes castellanos a partir de Alfonso VIII, como Bilbao, Bermeo y San Sebastián más al este, dieron origen a las villas y después ciudades cántabras de Castro-Urdiales (en la sede del castro prerromano de los vártulos y sámanos), Laredo (así nombrada por los bosques de lauretus o laurel) con Santoña como puerto auxiliar en la misma ensenada, Santander (puerto santo de Emeterio y Celedonio, antes Portus Victoriae) y San Vicente de la Barquera (antes Portus Vereasueca de donde se pasa a Liébana y León y villa con las mejores vistas de los Picos de Europa).

Estas cuatro villas, unidas en hermandad, conformaron un corregimiento esencial para la exportación de minerales y lanas castellanos con seguridad propia y autonomía muy considerable. Además de resultar el germen y desarrollo de las dársenas con astilleros de la marina castellana y su fundamental relación naval con el Reino de Inglaterra, que se denominaron en el Reino de Aragón atarazanas (drassanes).


Hoy, Campoo sigue teniendo aspecto de comarca abierta especializada en agricultura y ganadería extensivas, con restos o corros de bosques de robles y carrascas y llanos con apariencia de páramo por causa del efecto Foehn, según el cual las cadenas montañosas atrapan solo en la cara próxima la mar la lluvia y las nubes, que pasan sin humedad a su otra vertiente y generan todos los vientos secos del orbe.

La costa cántabra se especializó dentro de Castilla en una profunda y fecunda imbricación y relación con la repoblación y organización naval y pesquera de la Bahía de Cádiz, en que su población porta en una gran parte apellidos cántabros y vascos.

Curiosidades de las periferias próximas al valle del Ebro.

10.09 Luis Iribarren

5.9.25

Ebro 1. Vía romana Cesaraugusta Burdingala. Planteamiento de la Serie


Cada día los residentes que bajamos de Huesca y nos instalamos para vivir en el entorno de la Estación del Norte “cruzamos a Zaragoza”. Para asombrarnos, asistir a conferencias, comprar en el Mercado Central y ver el tranvía.

Un número cada día mayor de visitantes de la ciudad y residentes en la margen derecha de la ciudad hacen deporte en sus orillas, ven el sol caer desde una península en San Lázaro llenando de rayos naranjas uno de los arcos del puente de piedra, deciden pernoctar en los hoteles del Arrabal, acuden en masa a ver los fuegos artificiales de la Arboleda de Macanaz.

Todos nos quedamos embobados con el Padre Ebro.

El río que adjetiva a toda una península no por casualidad: es el más caudaloso de su cuenca mediterránea en la que se establecieron sus primeros colonizadores. La puerta de levante de las mesetas celtíberas y con sus sedimentos pirenaicos e ibéricos fueron garantía de producción de alimentos abundantes y de calidad en sus huertas que se exportaban a Roma.

El Ebro junto con al Ródano y Nilo son los cursos, atravesando desiertos u horadando sistemas de sierras, que más agua aportan al Mare Nostrum, los que mueren en los deltas más extensos.

El valle de la vena fluvial que atraviesa Aragón, como la de los otros ríos, se asemeja a vista de dron en aspecto a los de los ríos uzbekos Amu y Sir Daria, al Amarillo en China, al San Francisco y Uruguay sudamericanos: cintas escasas de verde serpenteante heridas por un hilo central de plata que atraviesan un inmenso plano ocre.

Los ríos mediterráneos son de régimen de cauce muy irregular, nacen en cordilleras de nieves antes perpetuas y de ellas, más que de lluvia, se alimentan. Su caudal máximo anual se ha adelantado al final del invierno, dado que no todas las aguas de deshielo se regulan y detienen. Antes de construirse los pantanos de cabecera de sus afluentes, en épocas cercanas más frías, sus avenidas ocurrían mediada la estación primaveral. A principios de mayo como indican las fiestas de los navateros y almadieros cuyos troncos se bajaban río abajo para su venta en Tortosa.

Los ríos mediterráneos europeos por discurrir en general su curso de norte a sur, o semejante de noroeste a sureste, atraviesan valles oxigenados por vientos secos de cola de borrasca. Al norte de las cordilleras que los circundan llueve más, pues las nubes atlánticas o del Báltico cargadas de agua se detienen en las barreras montañosas cuya cara sur recibe la influencia del desierto sahariano, del simún seco.

De modo inverso, las tormentas que más agua aportan al Ebro en su vertiente ibérica sur son las producidas por el aire caliente de Madeira y de Canarias, canalizadas en forma de fagüeño o “aire negro”, como lo nombraba mi abuela.

El río del pueblo tiene nombre ibero (herri ibaia) y no nace en puridad como se le ha atribuido en Fontibre, etimológicamente la “fuente del Ebro”. Pozo artesiano así bautizado por el cronista romano Plinio el Viejo. Dado que ese manantial brota por filtración de las aguas del río Híjar.

Comportándose este torrente como falso afluente del principal, hoy computa para establecer la verdadera longitud total del río y mana en las laderas de la cara sureste del denominado Pico de Tres Mares, al este de la Cordillera Cantábrica. Este monte es el punto más elevado de la estación de esquí de Alto Campoo, en término de Brañavieja y se puede acceder a él por carretera.

El nombre de este pico es ilustrativo en su polaridad. Sus diversas vertientes generan aguas que por gravedad mueren en el Cantábrico, Mediterráneo como también en el Océano Atlántico: dado que las de su cara sur alimentan el río Pisuerga y cuenca del Duero con final en Oporto; las de su perfil oeste desembocan en la próxima costa cantábrica a través del río Nansa y las del norte, después giradas al sureste por causa de la orografía glacial, nutren las del río Híjar que después se torna Ebro.

Los cursos de agua permanentes permitieron los primeros asentamientos humanos del Neolítico: a cargo de pueblos que se asentaron en valles que aseguraban alimentación suficiente en cada ciclo agrícola, herederos de tribus antes nómadas que en parte subsistieron como trashumantes. Debiendo garantizarse mediante el uso, ocupación o conquista, en otras ocasiones trocando productos, sus pastos de invierno en tierras bajas necesarios para alimentar a los rebaños de montaña en la que solo brota la hierba y flores a partir de su deshielo primaveral.

Así sucedió con el surgimiento de poblaciones y ciudades en los cursos del río Amarillo chino, el Tigris o Éufrates, el Indo y Ganges. Del mismo modo que Macedonia fue la reserva de pastos de toda Grecia y fuente de su poder económico, en el valle de nuestro río se asentaron civilizaciones excedentarias en producción de alimentos vegetales y animales antes que la civilización romana profundizara en la organización de villas y emporios. Pueblo que incluso se encontró con el olivo y la vid como cultivos introducidos desde los puertos mediterráneos por Fenicia.

Por todo ello en su decurso y riberas se hallan testimonios de asentamientos tanto celtas e iberos como cántabros y vascones.

El río, más caudaloso que en nuestra época, llegó a ser navegable aguas abajo de Zaragoza, como demuestra su puerto, y fue fácilmente colonizado por Roma su fértil valle remontándolo desde Tarraco y Dertosa con naves, impulsadas por el aire de bochorno o remolcadas a sirga en épocas de estiaje.

La romanización con la ocupación de las mejores tierras feraces para el cultivo de la triada romana –vid, trigo y olivos- se produjo a partir de la fundación de ciudades campamento planificadas en las que se asentaron los legionarios al servicio del imperio, con importante implantación de los toscanos y cisalpinos. Basadas en villas, auténticas comunidades de producción y autodefensa.

Así se establecieron junto con el sustrato celtíbero inicial colonos emigrantes: componentes de tropas levadas, centuriones pagados con sal y alimentados con galletas y cebolla, reclutados como cives o para conseguir dicha consideración. Se establecieron en bases o colonias para dar guerra a las tribus celtas e iberas persistentes en las selvas. Levantiscas y casi nómadas en el caso de las que se atacaban desde las colonias que aseguraron el limes norte de la civilización romana, como Pamplona, Astorga o Lugo.

Si vis pacem para bellum, los ingenieros y arquitectos ítalos buscaron para su fundación emplazamientos dominantes de los somontanos de solano.

A partir de Roma, ascender el Ebro y sus ríos afluentes principales fue relativamente sencillo para todos los conquistadores peninsulares, al dejar dicha civilización calzadas, puentes, ciudades y diversas infraestructuras. Las primeras sobre las sendas de trashumancia.

Pasar los puertos de la Cordillera Cantábrica y los Pirineos siempre ha sido hasta las recientes autovías otro cantar, como todavía hoy lo es para el transporte ferroviario. La civilización romana y su imponente red de obras constituyó el cemento necesario para que prosperasen las villas y ciudades del interior de la provincia Tarraconense. Siendo el Hiberus, su río principal cuyo nombre así quedó romanizado, el eje de la misma.

03.09 Luis Iribarren