9.12.25

Miscelánea soriana de 2025. La Cuarta Provincia


Por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria (Antonio Machado)

En otras ocasiones nos hemos referido a la desconexión entre Aragón y Soria, sanitaria y educativa. Esa que han supuesto los cincuenta últimos años que se celebran de Estado de las Autonomías.

Yo he vivido una provincia de Huesca y este de la de Teruel volcadas sus gentes a la emigración a Barcelona y, sin embargo, una provincia y ciudad de Zaragoza receptora de unos 40.000 sorianos de origen que con sus descendientes con la cuarta parte de población, sumadas sus parejas y nietos. Buenos conocedores de Soria en todo caso.

Los sorianos eligieron antes, para ser de donde se pace, una ciudad de pastores que otra cuya cabañera pasa por la Puerta de Alcalá y su calle de ocho carriles. Una urbe, ni pequeña ni grande, cómoda y próxima a sus pueblos de origen, especialmente en las comarcas de Ágreda, Arcos de Jalón y Almazán, que concentrarse en Madrid. Siendo el valle del Duero y Valladolid ciertas tierras incógnitas, prefirieron inicialmente integrarse en el tejido industrial y, tras prosperar, desarrollar su alma mercantil de trueque, pastoril inversora, en Zaragoza. No tanto en el resto de Aragón (porque son así de listos y resilientes y no veían el mercado que ellos mismos abandonaron reproducido).



Así y tras la Constitución con su Estado de las Autonomías que reivindicó Aragón y afectó como daño colateral al centralismo castellano, hemos sentido y vivido el borrado y traslado del legado universitario castellano en Zaragoza (el leonés Badiola, el humanista e historiador soriano Carmelo Romero, el magnífico novelista y veterinario de Chércoles: Juan José Ramos Antón) que hoy son excepciones en la setentena. Todo ello en el mismo idioma, qué no habrá pasado por otras culturas de la plurinación.

A estos selectos y al resto de castellanos residentes ni siquiera ha de reconocérseles la condición de aragoneses afectiva, como tampoco a Julio Puente –mi querido amigo y compañero de blog-, sino de aragoneses con mayúsculas.



Pues afirmo que hoy todos ellos hoy vivirían en Valladolid, con su vino mejor del mundo y su fantástica escuela de periodistas “El Norte de Castilla”. O directamente en Madrid, divorciados del Ebro y pasando cada viernes por Medinaceli, cuando forman parte del mismo pueblo culto y educado, rubio y delicado celtibérico, de los bilbilitanos y turolenses.

En mis tiempos de ir a fiestas de San Juan de “Camino Soria” de Gabinete Caligari, no era sino a partir de Berlanga donde el Duero se hacía plenamente castellano. Ello porque bajaba de Urbión mirando al Moncayo por unos montes de pinos escultóricos y retorcidos que recuerdan que no solo la montaña soriana sino también Rioja fueron Castilla, las parteras de su idioma. Perdida Rioja para la causa castellana, Soria quedó como una extraña envolvente, un apéndice que apagó la política de Tarazona y el Moncayo norte –y tanto, añado, están sintiendo en términos de pérdida de actividad-.

Vaya para mis aragoneses sorianos queridos y mis amigos de infancia y juventud, Marimar Martín y Agustín Fuentemilla, como para tantas madres y padres de zaragozanos sorianos que he conocido, el presente recordatorio. Grandes guisanderos de cangrejos de río residentes en la metrópolis del Ebro en la que como mejor se puede comer es a la soriana: con raciones de chorizo dulce, torreznos y picadillo, aunque no de mantequilla salada que es la mejor del mundo.



A finales del siglo pasado, ibas a dar una vuelta a la ciudad de Soria, a empaparte de Machado y románico y tomar unos cortos en el “Collao” o dar un paseo botánico por la Dehesa, y veías la sede de “Heraldo de Soria” como que su plaza-corazón se hallaba ocupada por un mamotreto de Ibercaja. Ello te hacía querer estar por sentirte en casa, profundizar y disfrutar de la ciudad patrimonial de Burgo de Osma, el cañón del Río Lobos, el castillo de Gormaz y el sabinar donde Calatañazor. Muchos trabajadores de lo local queríamos ser secretarios en Soria.

Luego nos mandaron un apagón, aunque yo recuperé el fusible esta primavera visitando la comarca pinariega desde Rioja y Neila.



Por ello, quiero destacar, como casi cada año, algunas noticias de la actualidad soriana de 2025 que me parecen relevantes, de las que tomar nota y considerar desde mi provincia oscense:

       Desde el Proyecto ochentero “Soria Natural”, tan en el espíritu de las iniciativas de la “Fundación Térvalis” turolense, la cuarta provincia ha sido un territorio pionero en introducir productos herbales de altísima calidad en el mercado de Madrid y la venta electrónica. Ese tirón está siendo aprovechado por otros especialistas en agroalimentación a partir de los productos del cerdo, reposterías de las Clarisas y las afamadísimas setas y chuletas pinariegas de Vinuesa. Destino de montaña muy conocido por los zaragozanos a la misma distancia temporal que el Pirineo oscense.

       La fundamental asociación en el pulso y nervio sorianos, “Soria Ya”, pasa su rubicón electoral en las elecciones venideras castellanas y municipales entre críticas a su apoltronamiento derivado de su política de pactos y que sus tres cabezas descollantes se presenten nuevamente como candidatos a las primarias. Ay del asociacionismo y su profesionalización, que recordarían en Teruel.

       Voces escasas claman, como en Aragón, y recuerdan el sacrificio de las abundantes y despobladas tierras castellanas como soportes de macro proyectos tales como la súper granja porcina o la mina de Borobia en el Moncayo Sur, el faraónico aunque muy bonito Parque Empresarial del Medio Ambiente de Garray –que tiene como uno de sus ejes la actuación “Maderaula” para el aprovechamiento y puesta en valor de la madera del monte soriano- o las iniciativas fotovoltaicas que pretenden desarrollarse en centenares del hectáreas en el sur seco, colindante con Aragón y Guadalajara.

       Ha sido por último, en el ámbito de la cultura al que siempre dedicaré una mirada, el año de la conmemoración del 150º aniversario natalicio de Antonio Machado, y se le han dedicado actos, la impulsión de unas rutas entorno al intelectual aunque ligero de equipaje físico y hasta un Congreso Internacional. La actuación más popular y emotiva entiendo que ha consistido en la colocación de un banco-libro en la plaza soriana del Vergel. Voces críticas apuntan a cómo en esta pretendida como iniciativa “Ciudad de los Poetas” se quiera afear las vistas de la ballesta del río padre castellano a su hundido paso por la localidad y San Saturio –generando el bosque de ribera más bello de Europa en otoño- con una promoción de miles de viviendas.

Cuestión bien poco poética, sí, y añado que de pésima prosa en cuanto a la justificación de qué interés general se haya puesto en juego como excusa.

Se necesita demasiada resistencia numantina para poderlo pasar garganta abajo. De las contradicciones por nuestro bien que detestó, aunque no por eso combatió con saña, el maestro sevillano con ojos de olmo sin grafiti y páramo. Este maestro, junto con otros de su generación, que nos ayudó a comprender y santificar nuestro recio y duro paisaje sin tener que leer a los poetas japoneses del zen, que él tanto conoció y usó para emocionarnos.

Como en el siguiente poema de sus “Canciones de Tierras Altas” (título que no he llevado a enmarcar, sino que llevo tatuado):

Recio viento sopla

de Urbion a Moncayo.

!Páramos de Soria!

09.12 Luis Iribarren.

3.12.25

La Zaragoza visigoda. Detalles de su historia


Para entender bien la historia de Zaragoza durante el período de transición del dominio romano al visigodo hay que advertir y reconocer que los godos no "tomaron" la ciudad de Caesaraugusta mediante una conquista militar en el sentido tradicional, y que el proceso fue gradual, complejo y mayormente pacífico, extendiéndose a lo largo de varias décadas durante el siglo V principalmente. Aunque es un periodo de la historia de Zaragoza, no bien conocido todavía.

La ciudad romana de Caesaraugusta se encontraba en una región de Hispania durante una época de profunda inestabilidad casi total. El Imperio romano de Occidente, heredado por el emperador Honorio, se hallaba debilitado y fragmentado. Cuando en el año 409 una coalición de pueblos bárbaros (vándalos, alanos y suevos) invadió la Península Ibérica, se distribuyeron los territorios entre sí, pero Roma no controlaba efectivamente Hispania, sino que se confiaba en fuerzas federadas de la propia Hispania para mantener el orden.

A partir del año 415, los visigodos comenzaron a llegar en mayor número a Hispania bajo el mando del rey Ataulfo. Sin embargo, el proceso fue intermitente. Inicialmente se asentaron principalmente en Aquitania (sur de la Galia actual), donde establecieron el Reino de Tolosa en 418 bajo el acuerdo con el emperador Honorio. Desde allí, durante los siglos V y VI, los visigodos ejercieron creciente influencia sobre Hispania sin necesidad de conquistas militares dramáticas. Era un recambio que incluso se entendía positivo.

No fue una expulsión de romanos, sino una gradual asunción del control administrativo de aquella Hispania. Los visigodos, como principales fuerzas militares del norte, se fueron consolidando en posiciones de dominio, que Roma prácticamente impotente tras el colapso del imperio occidental en 476, ya no podía disputar.

El momento más específico en que Zaragoza fue incorporada al dominio visigodo ocurrió en torno a 472. El rey Eurico, legislador y expansionista, envió al conde Gauterico para incorporar Pamplona y Zaragoza al reino visigodo. Habían pasado unas décadas desde la entrada en Hispania de los Visigodos.

Esto sucedió sin que los textos que se ocnservan hablen de un asedio o combate específico. La ciudad ya era conocida por los visigodos desde hacía décadas: habían pasado por sus vías durante sus operaciones como federados romanos, admiraban sus poderosas murallas de 60 hectáreas, su importancia estratégica en el valle del Ebro y su riqueza agrícola.

Por lo tanto, la ocupación en el año 472 fue administrativamente declarada, no militarmente conquistada. Zaragoza simplemente pasó a formar parte del Reino visigodo de Tolosa que Eurico estaba ampliando.

Lo que sí marcó el inicio de una presencia militar goda significativa y constante en Zaragoza fue a partir del año 494, con los primeros ataques de los francos desde el norte de la Galia. En este momento, la ciudad de Zaragoza requería guarnición militar permanente, por lo que se asientan en nuestra ciudad desde el año 494 grupos de militares godos y sus familias.

Es posible que hubiera cierta resistencia de elementos locales hispanorromanos a la presencia visigoda, pues según algunas crónicas locales, hablan de dos incidentes de represión tuvieron lugar para disuadir la resistencia: 

El caso de Burdunelo: Un levantisco local fue enviado a Toulouse y cocido vivo dentro de un toro de bronce como escarmiento ejemplar 
 
La exhibición de la cabeza de Pedro (506): Un hispanorromano llamado Pedro, capturado en Tortosa tras haber intentado rebelarse contra los visigodos, fue decapitado. Su cabeza fue exhibida públicamente en Caesaraugusta como advertencia

Estos actos sugieren que, aunque la transición fue principalmente administrativa y pacífica, hubo resistencia organizada local que fue duramente sofocada para consolidar el dominio visigodo.

Tras la batalla de Vouillé en 507, donde los francos derrotaron a Alarico II y conquistaron gran parte del reino galo de Tolosa, los visigodos se retiraron definitivamente hacia el sur, a la Hispania que ya era propia.

La ciudad de Zaragoza, que ya era parte del reino visigodo, continuó bajo su dominio. Aunque hubo períodos de supremacía ostrogoda (511-549) y continuos conflictos —especialmente el legendario asedio franco de 49 días en el año 541 en donde la ciudad de Zaragoza al quedar dominada totalmente, permaneció bajo control visigodo hasta la invasión musulmana de 711.

Childeberto y Clotario fracasaron en el empeño de conquistar Zaragoza por la fuerza, sobre todo por el papel que ejercieron nuestras murallas. Se piensa que se atacó Zaragoza en la zona del muelle del puerto fluvial, por algunas modificaciones que se hicieron en aquella época, para dotarlo de más seguridad.

El asedio de Caesaraugusta (Zaragoza) en el verano de 541 constituye uno de los episodios más dramáticos de la historia de la ciudad en época visigoda. Durante 49 días, un poderoso ejército franco comandado por los reyes merovingios Childeberto I y Clotario I intentó sin éxito conquistar la principal plaza fuerte visigoda en el norte de Hispania.

Childeberto I, cuyo nombre significa "Ingenioso combatiente", era uno de los cuatro hijos de Clodoveo I, el fundador de la dinastía merovingia y primer rey en unificar a los francos. Tras la muerte de su padre en 511, el reino franco se dividió entre los hermanos siguiendo la tradición germánica del reparto patrimonial, correspondiendo a Childeberto la ciudad de París y el territorio que se extendía por el norte hasta el Somme y por el oeste hasta el Canal de la Mancha.

En el año 524, Childeberto y su hermano Clotario asesinaron a sus propios sobrinos (los hijos de su hermano fallecido Clodomiro) para repartirse su herencia, lo que le convirtió también en rey de Orleans. En 534, los dos hermanos conquistaron conjuntamente el reino burgundio (Borgoña), que pasaron a reinar conjuntamente.

Clotario I, llamado "el Viejo", era el hijo menor de Clodoveo I y de la reina Clotilde. A la muerte de su padre heredó las tierras de Soissons, pero pasó la mayor parte de su vida en campañas para expandir sus territorios a expensas de sus parientes y de los reinos vecinos. Clotario era conocido por su ambición desmedida y su capacidad para la intriga. Tras la muerte de Childeberto en 558, logró reunificar todo el reino franco bajo su mando.

Ambos hermanos, a pesar de sus continuas disputas y conspiraciones mutuas, colaboraban cuando existían intereses comunes, especialmente en las campañas militares contra los visigodos.

Sabemos que en aquella Hispania hubo un brote muy potente de peste inguinal (peste bubónica) en el año 542, pero desconocemos de qué forma pudo afectar a la ciudad de Zaragoza, aunque se sabe qué si fue una epidemia muy potente en toda Hispania y en sus zonas del Norte afectó a las tropas militares que estaban viviendo muy juntas en barracones. Pero volvamos un poco antes.

En el verano de 541, un potente ejército franco partió de la ciudad de Dax (en la Gascuña francesa) y atravesó los Pirineos con la intención de conquistar el valle del Ebro. La expedición estaba encabezada por los reyes Childeberto y Clotario I, acompañados de los tres hijos mayores de Clotario.

El paso de los Pirineos se realizó por Roncesvalles, y tras llegar a Pamplona, el ejército franco se dedicó a saquear la provincia Tarraconense logrando un cuantioso botín y provocando una gran devastación. El asedio de Caesaraugusta se prolongó durante 49 días, sin que las tropas sitiadoras pudieran superar las defensas de la ciudad. La urbe estaba protegida por la potente muralla tardorromana, que encerraba un recinto de aproximadamente 60 hectáreas, y reforzada posiblemente por una guarnición visigoda al mando del dux Teudiselo (futuro rey visigodo).

Las murallas de Caesaraugusta habían demostrado ya su inexpugnabilidad en múltiples ocasiones a lo largo de los siglos IV y V, resistiendo a bagaudas, suevos y otros invasores. Los francos, aunque contaban con un ejército numeroso, carecían de los medios técnicos necesarios para asaltar una fortificación de tal envergadura.

Las fuentes históricas ofrecen dos versiones diferentes sobre cómo finalizó el asedio, ambas con elementos probablemente complementarios. La versión milagrosa de Gregorio de Tours y la versión militar de Isidoro de Sevilla

El obispo Gregorio de Tours, cronista franco del siglo VI, ofrece un relato cargado de elementos hagiográficos en su Historia Francorum. Según este autor, cuando la situación de la ciudad ya era desesperada, sus habitantes, imitando a los ninivitas bíblicos, se sometieron a un ayuno riguroso y comenzaron a desfilar en procesión sobre las murallas. Los hombres iban cubiertos de cilicios, entonando cánticos y llevando consigo la túnica de San Vicente Mártir. Las mujeres vestían mantos negros, con los cabellos sueltos y cubiertos de ceniza, implorando la ayuda divina.

Los supersticiosos francos creyeron inicialmente que se trataba de un maleficio contra ellos. Sin embargo, un campesino zaragozano hecho prisionero les informó de la verdad: no se trataba de magia, sino de una procesión religiosa, y además los habitantes de la ciudad no eran arrianos sino católicos como ellos. Esta revelación cambió la actitud de los invasores. Los reyes francos ofrecieron al obispo de Zaragoza, llamado Juan, levantar el asedio a cambio de una reliquia de San Vicente como prenda de paz. El obispo les entregó la estola del mártir, que Childeberto llevó a París.

La otra versión, la de Isidoro de Sevilla, en su Historia Gothorum, ofrece una versión más pragmática y favorable a los visigodos. Según él, los francos se vieron obligados a levantar el cerco ante la proximidad de un ejército visigodo enviado por el rey Teudis al mando del conde Teudisclo. El ejército visigodo había ocupado los pasos pirenaicos, amenazando con cortar la retirada franca. En otro pasaje, Isidoro señala que los visigodos lograron efectivamente cortar la retirada al ejército invasor, y que los francos tuvieron que comprar a muy alto precio una breve tregua (un día y una noche) para atravesar los puertos pirenaicos. "A cinco reyes de los francos que asediaban Caesaraugusta y que habían devastado casi toda la provincia Tarraconense, habiendo sido enviado el duque Theudisclo, se les enfrentó decididamente y no con ruegos, sino con las armas los obligó a marcharse de sus dominios”. Según esta versión, transcurrido el período de tregua, en el que solo pudieron ponerse a salvo algunos contingentes, el resto del ejército franco fue aniquilado.

Aunque Zaragoza resistió, el resto de la provincia Tarraconense sufrió terriblemente. Los francos saquearon amplios territorios antes de retirarse, llevándose un rico botín. La destrucción de los cultivos de los alrededores provocó hambre en la ciudad.

Los godos pues, no expulsaron a los romanos de Caesaraugusta mediante una conquista militar, sino que ocuparon gradualmente la ciudad como parte de la desintegración natural del Imperio romano de Occidente. El proceso fue gradual desde las primeras incursiones federadas (415) hasta la ocupación administrativa declarada (472), fue mayormente pacífico con una transición administrativa que prevaleció sobre las armas y con poca resistencia local, aunque cuando la hubo fue sofocada mediante represión ejemplar

Zaragoza y especialmente a partir de del año 494, cuando la ciudad requería defensa permanente, se consolida como un gran cuartel militar para defender el norte de aquella Hispania Goda.

Y aunque Zaragoza resistió bien en aquel envite del año 541, el resto de la provincia Tarraconense sufrió terriblemente. Los francos saquearon amplios territorios antes de retirarse a Francia, llevándose un rico botín. La destrucción de los cultivos de los alrededores provocó hambre en la ciudad de Zaragoza al levantarse el asedio.

El fracaso del Sitio de casi dos meses reforzó la posición de Zaragoza como plaza inexpugnable y centro estratégico del reino visigodo. La ciudad continuaría resistiendo ataques posteriores. En el año 621 un ejército franco entró en paz para apoyar a Sisenando contra Suintila, y en el 653 las murallas resistieron los embates del rebelde Froya contra el rey Recesvinto.

Para Zaragoza, el episodio del año 541 quedó grabado en la memoria colectiva como símbolo de resistencia. La ciudad mantendría su importancia estratégica durante todo el período visigodo, alcanzando un notable esplendor cultural en el siglo VII bajo los obispos Juan II, Obispo Braulio, Obispo Tajón y Obispo Valderedo, que desarrollaron en el marco del monasterio de Santa Engracia una importante actividad humanística.

La conexión entre Zaragoza y París, forjada paradójicamente por este fallido asedio, pervive hasta hoy en la abadía de Saint Germain des Prés, testimonio silencioso de aquellos 49 días en que dos reyes francos fracasaron ante las murallas de la antigua ciudad de Caesaraugusta.