Que la rabia no nos ciegue. Si afirmamos que la transición ha terminado en fracaso, tanto en Aragón como en Barcelona, negamos una parte de la realidad. De qué realidad, de la que ha convertido el cruce de la Avenida de Madrid de Zaragoza a la altura de plaza Huesca-calle Delicias o el último tramo de la avenida Ramón y Cajal de Huesca, en el de Shibuya de Tokyo.
Delante de nuestras narices y con todos los hijos de la clase media-baja de esos distritos quemando gasoil con sus dos coches y tres celulares por familia por las rondas de Zaragoza. El camino más recto seguiría siendo cortar por el centro y abrir las orejas mirando la calle.
Si decimos, como podemos y más si nos da la gana, que la historia de este país ha sido un tongo teledirigido de perdón a cambio de corrupción, es que no nos hemos dado una vuelta para comprobar el estado de la igualdad de oportunidades en África o China, cuestiones que tienen superadas porque nadie las espera.
Enfervorizados, haciendo nuestro el país –más grande o más pequeño- por escrituración o negación –una forma de fe en el postfascismo-, a quienes estamos negando es a ese 12% de especialmente nuevas pobladoras que permiten el crecimiento de la ciudad de Zaragoza hasta los 710.000 habitantes.
Tras años de paulatino desangramiento por abandono de su clase media y media alta, destino a Zaragoza Sur, la Costa del Adriático y la no Comarca Central de Zaragoza.
Ha habido un proceso inequívoco de acercamiento de Ebroburg a Burdeos, a Jersey City, incluso a Detroit…
El urbanismo ha duplicado la superficie residencial de Zaragoza, la industrial en progresión geométrica. En esos acampos, hoy nuevos barrios, faltan equipamientos de ciudad pero se harán, porque los reivindica para sí misma la clase media. Qué curioso, es más y menos Zaragón que nunca.
En la vieja pero socialmente Nueva Inner Zaragoza está creciendo en importante número la recepción de inmigración femenina proveniente de Nicaragua y Venezuela, por motivos evidentes y próximos al derecho de asilo.
Los pisos compartidos no dan abasto, hay más cuidadoras B que abuelos A. Obviamente, generan muchísima más riqueza sin derechos, como falsas turistas, que problemas causan. Su primer objetivo es traer a sus hijas a no servir, esperemos que lo consigan.
La cuestión es que es obvio que esta parte de la ciudad no vota en clave local ni autonómica, recibe asombrada para bien unos servicios educativos y sanitarios de los que estamos orgullosos de tapadillo. Tal es la presión de la concertada y el negocio Escuela de Chicago de los seguros sanitarios y planes de jubilación privados.
Estas recién llegadas, sin embargo, viven una inesperada transición y humanidad mínima y siempre mejorable de la que responsabilizan, con agradecimiento, especialmente a ese PSOE que vuelve a superar su momento valle como lo malo menos conocido. Y creedme que las nuevas zaragozanas saben mucho sobre maldad.
Devuelven el agradecimiento, sea quien sea el muñeco electoral aparatchik de la franquicia socialista –optan siempre por un Ken, de momento nunca muñeca vestida de no azul-, a esa opción política que gestiona el zancocho partido a partido. Como ellas sus vidas, familias y comisiones Money Gram, siempre Titanes.
A todas ellas, en cuanto a la segunda generación mulata o nacida en Zaragoza, las representa Selma Pallaruelo. Como a los nuevos vascos, el extremo eusko-africano Iñaki Williams, que tiene más fácil pasar por vasco que yo obtener la segunda nacionalidad, ius sanguinis.
Hubo un momento, en los años 90, que la Casa de las Culturas ponía el acento en las nuevas habitantes generadoras de cultura.
Las Kumiko Fujimura (Japón), Timna Freire (Israel), Ludmila Mercerón (Cuba) o Magaly Beavogui (Guinea Bissau) generaban cierta saturación por redundancia…
Había, sin embargo, asociaciones más anónimas de mujeres como la Arka rusa, como la ecuatoriana Cóndor, el grupo de baile de la Asociación Raíces Andinas o las asociaciones de mujeres musulmanas, con tanto dolor y casos de abandono a sus espaldas.
Pero tal apoyo a la diversidad se quedaba en algo exótico por folklórico y exógeno. Lo que importa es la incorporación de la segunda generación a la enseñanza, sanidad y servicios sociales oficiales con 14 pagas, y no su precarización cercana a la explotación en mataderos y logística del planchado.
No pueden ir indefinidamente solo tirando, porque forman parte del pulso que queda en nuestra ciudad, de los nuevos negocios de alimentación rusos o rumanos. De toda la verdadera y bochornosa atención oculta a la dependencia, ley de papel.
No padecen igualmente la desigualdad de género si se enamoran de un aragonés y provienen del primer mundo, del que España es una sombra de Regenta.
Tampoco son víctimas en igual medida de una violencia de género que reproduce la única música que ya se oye en San José o Oliver, la que ha sustituido a los Chunguitos, el puto reggaetón de los cojones.
Artículo dedicado a Óscar Terrer y a sus hijas mestizas holandaragonesas. Que se han quedado a vivir en Aragón por amor, con tantas hijas del mar de las que hablamos. Entre alergia de polvo de capitana, pero formando parte, porque así lo sienten, de esta gran familia.
22.03 Luis Iribarren.