Lo lidera en entrevistas Antón Castro, que por él mismo ya demuestra que todo esto de las nuevas retóricas sobre lo necesario que es abordar la despoblación en realidad es un mantra de revisión de, por y para las élites culturales, periodísticas y políticas de siempre…
Subidas a las grupas de lo vaciado, poéticas imágenes a lo Follonero y Página 2 satinan tanto edificio vitrificado de los únicos habitantes con poder que quedan en los núcleos abandonados y que están lejos de querer su repoblación.
Si ellos mal subsisten –véase brutal manifa frutal en Calatayud- en qué nuevo, este sí, problema no se convertirán los repobladores sin derechos históricos PAC cuando se termine la subvención que los traiga.
O palmen pese a la rebaja en autónomos e IBI por falta de demanda del teleclub-tienda. Habrá que preparar nuevas ideas 3.0 para que puedan volver a pedir tratamientos singulares, porque ya tendrán derechos históricos por arraigo.
Porque lo que mola a los neourbanitas con tractor rurales es ir a ver gente y consumir a La Morea de Pamplona o Puerto Venecia. Lo radial y Monrepós, no nos equivoquemos, no sirven solamente para acercar esquiadores para su segunda residencia.
Al mismo tiempo Moneo —desde su plataforma de buen gusto y proyectos terminados, sí, pero adaptados a la piel que nos envuelve— recuerda la condición de su Aragonia como isla, como refugio, en una zona de la ciudad que describe eufemísticamente como “falta de personalidad”.
Simultáneamente, el programa “Sin cobertura” presenta la dualidad de la sobrada cobertura de que gozan los artistas que, siempre puntualmente por su condición, han elegido Torralba de Ribota como espacio con ídem; se conduce por la memoria de Luz Gabás, la ciudadana del mundo, alcaldesa y profesora retornada; la de Carbonell, siempre en la carretera –y siempre, eso sí, aparcado en un blues y mirando al sur-; también en la mirada sobre Lechago de Luis Alegre, parecida a la que tengo yo de Berdún desde la distancia y amor por la cultura universal, a desarrollarse necesariamente en Zaragoza…
Son interlocutores muy válidos, sí; la conducción es serena, gallega y dulce –quizá a mí me sobraría la rabia ahondando sobre la responsabilidad de las propias sociedades rurales y entrevistados en lo que llaman “vaciamiento”-; las imágenes son una guía de Aragón para foranos… Para fomentar la vuelta optimista, el paso del feminismo-ecologismo al ruralismo (se llegó a afirmar incluso por entrevistada celtíbera)…
Me huele a despropósito, me huele a mantras que se presentan indebidamente acabados. A defecto de título en convocatoria de subvención.
Por otra parte, me asombra que dicha jerga se incorpore a los análisis que desde dentro –puede que liderados por alcaldes a los que les importa únicamente hacer carrera política “fuera”- se realiza en foros como las jornadas denominadas “Predicar en el Desierto”, que han tenido lugar en Graus la semana pasada. Graus que sabe lo que es dejar de ser un relevante polo de servicios ya desde los años 60, pero que después ha visto languidecer incluso a Barbastro.
Las conclusiones de la jornada es que territorio, población pero también paisaje… vayan de la mano. No parece posible pues la subsistencia pasa por considerarlo fuente eólica, termal y residuo de nitritos; además de que el cambio climático que no existe lo está estragando.
Después denuncian la falta de visibilidad del emprendimiento rural. Tampoco estoy de acuerdo: innumerables ferias, mercados como el de artesanía de Aragón o alimentario del Pilar, desmienten la afirmación. Es más, lo que hay es invisibilidad para que los mismos proyectos se puedan liderar desde Zaragoza con implantación en el territorio. Con una pata en cada sitio.
Se expone una interesante realidad: toda la población de origen de un municipio se reúne en sus fiestas. Por qué será que no se aprovechan en absoluto para tejer redes, ¿por cierto complejo de inferioridad de los hijos de origen del pueblo que sí, son universitarios, pero no tienen una propiedad con la que retornar ni un puesto de trabajo en el medio urbano?
Discursos terminados, como la arquitectura de Moneo que mimetiza el circo de Panticosa o los Mallos en Huesca, como él dice, en pequeña escala. Con armonía, creando islas en lo desolado, imponiéndolas sin participación desde su genio. La bellísima madera de abedul envejece mal en los balnerios y quiénes serán las manos que lijen y curen…
A diferencia, me lo hicieron ver con razón, de la arquitectura del chileno Aravena que permite, cumplidas las funciones habitaciones o dotaciones básicas de un edificio, colmatar huecos deliberadamente dejados por sus ocupantes, en un ejercicio de necesaria pero responsable libertad.
La mayor parte de los habitantes del territorio que conozco pegados a él no tienen un discurso terminado sobre por qué residen. Los conscientes compran con naturalidad en las tiendas del recurso, porque aborrecen la grey bovina consumidora…
Consumen únicamente, y no es poco porque la tienen, su ancestral cultura neolítica que habrá que expropiar porque estorba para entregarla a la industria cultural y de la despoblación, y que la etiqueten de una vaciada vez.
Consideran su muerte parte indisoluble y orgánica de su propia vida. Saben que las soluciones terminadas que se baten y mezclan serán, incluso bien intencionadas, pastillas o papilla terminadas hasta el siguiente mantra.
No podremos echar ni nuestro propio tomillo, si no pasamos antes por el programa de cocina que homologue nuestra receta a mayor gloria michelina.
29.10 Luis Iribarren
Porque lo que mola a los neourbanitas con tractor rurales es ir a ver gente y consumir a La Morea de Pamplona o Puerto Venecia. Lo radial y Monrepós, no nos equivoquemos, no sirven solamente para acercar esquiadores para su segunda residencia.
Al mismo tiempo Moneo —desde su plataforma de buen gusto y proyectos terminados, sí, pero adaptados a la piel que nos envuelve— recuerda la condición de su Aragonia como isla, como refugio, en una zona de la ciudad que describe eufemísticamente como “falta de personalidad”.
Simultáneamente, el programa “Sin cobertura” presenta la dualidad de la sobrada cobertura de que gozan los artistas que, siempre puntualmente por su condición, han elegido Torralba de Ribota como espacio con ídem; se conduce por la memoria de Luz Gabás, la ciudadana del mundo, alcaldesa y profesora retornada; la de Carbonell, siempre en la carretera –y siempre, eso sí, aparcado en un blues y mirando al sur-; también en la mirada sobre Lechago de Luis Alegre, parecida a la que tengo yo de Berdún desde la distancia y amor por la cultura universal, a desarrollarse necesariamente en Zaragoza…
Son interlocutores muy válidos, sí; la conducción es serena, gallega y dulce –quizá a mí me sobraría la rabia ahondando sobre la responsabilidad de las propias sociedades rurales y entrevistados en lo que llaman “vaciamiento”-; las imágenes son una guía de Aragón para foranos… Para fomentar la vuelta optimista, el paso del feminismo-ecologismo al ruralismo (se llegó a afirmar incluso por entrevistada celtíbera)…
Me huele a despropósito, me huele a mantras que se presentan indebidamente acabados. A defecto de título en convocatoria de subvención.
Por otra parte, me asombra que dicha jerga se incorpore a los análisis que desde dentro –puede que liderados por alcaldes a los que les importa únicamente hacer carrera política “fuera”- se realiza en foros como las jornadas denominadas “Predicar en el Desierto”, que han tenido lugar en Graus la semana pasada. Graus que sabe lo que es dejar de ser un relevante polo de servicios ya desde los años 60, pero que después ha visto languidecer incluso a Barbastro.
Las conclusiones de la jornada es que territorio, población pero también paisaje… vayan de la mano. No parece posible pues la subsistencia pasa por considerarlo fuente eólica, termal y residuo de nitritos; además de que el cambio climático que no existe lo está estragando.
Después denuncian la falta de visibilidad del emprendimiento rural. Tampoco estoy de acuerdo: innumerables ferias, mercados como el de artesanía de Aragón o alimentario del Pilar, desmienten la afirmación. Es más, lo que hay es invisibilidad para que los mismos proyectos se puedan liderar desde Zaragoza con implantación en el territorio. Con una pata en cada sitio.
Se expone una interesante realidad: toda la población de origen de un municipio se reúne en sus fiestas. Por qué será que no se aprovechan en absoluto para tejer redes, ¿por cierto complejo de inferioridad de los hijos de origen del pueblo que sí, son universitarios, pero no tienen una propiedad con la que retornar ni un puesto de trabajo en el medio urbano?
Discursos terminados, como la arquitectura de Moneo que mimetiza el circo de Panticosa o los Mallos en Huesca, como él dice, en pequeña escala. Con armonía, creando islas en lo desolado, imponiéndolas sin participación desde su genio. La bellísima madera de abedul envejece mal en los balnerios y quiénes serán las manos que lijen y curen…
A diferencia, me lo hicieron ver con razón, de la arquitectura del chileno Aravena que permite, cumplidas las funciones habitaciones o dotaciones básicas de un edificio, colmatar huecos deliberadamente dejados por sus ocupantes, en un ejercicio de necesaria pero responsable libertad.
La mayor parte de los habitantes del territorio que conozco pegados a él no tienen un discurso terminado sobre por qué residen. Los conscientes compran con naturalidad en las tiendas del recurso, porque aborrecen la grey bovina consumidora…
Consumen únicamente, y no es poco porque la tienen, su ancestral cultura neolítica que habrá que expropiar porque estorba para entregarla a la industria cultural y de la despoblación, y que la etiqueten de una vaciada vez.
Consideran su muerte parte indisoluble y orgánica de su propia vida. Saben que las soluciones terminadas que se baten y mezclan serán, incluso bien intencionadas, pastillas o papilla terminadas hasta el siguiente mantra.
No podremos echar ni nuestro propio tomillo, si no pasamos antes por el programa de cocina que homologue nuestra receta a mayor gloria michelina.
29.10 Luis Iribarren