San Jorge, Día de Aragón. Me sentí feliz. Puse la bandera aragonesa en mi balcón, en un día radiante, festivo y reivindicativo. En la Aljafería se entregaban, con puertas abiertas y por primera vez, los Premios Aragón a la Ronda de Boltaña y al ex rector de la Universidad de Zaragoza, Manuel López.
El Pignatelli era un hervidero de gentes, ansiosas de ver, oír o participar en actividades de todo tipo para conocer ese Aragón de más de mil años de historia, patrimonio de todos. En la calle, balcones y ventanas con pocas o ninguna cuatribarrada en día tan señalado.
Se me enturbió un poco la alegría al ver que difícilmente seremos escuchados y respetados si no somos capaces de lucir lo que nos representa. Símbolos que enraízan y ayudan a crear sentimiento por lo propio.
Por un momento envidié a la comunidad vecina. No encontré como otros años la cuatribarrada tejida con claveles en la plaza Aragón por falta de presupuesto, por lo visto.
Lo que no faltó a la cita fue el homenaje a la bandera de Aragón, portada por Chunta Aragonesista desde la plaza del Pilar hasta el monumento al Justicia. Emoción compartida con los paseantes en donde no podía faltar en el acto final el canto a la Libertad, de nuestro Labordeta.
Como es de cumplimiento obligado este día me dirigí a una feria del libro repleta y compré lo último de Chesús Yuste y Juan Bolea en un Paseo de la Independencia a rebosar. En mi camino de regreso a casa, comprobé que seguía ahí mi solitaria bandera, como una pequeña isla en un mar de silencio.
Ya en mi casa, poco me importo que San Jordi y el clásico coparan las noticias. La selección aragonesa de fútbol sub 18 fue campeona y otro aragonés, Lainez, sacaba al Zaragoza del pozo de la segunda. ¡Qué pedazo de cierre para ese magnífico día!
Daniel Gallardo Marin
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