Al loro y leña al mono. Llegaron a finales de los ochenta los daños colaterales al cine de Almodóvar, cuando por él se repetía en cada cinta aquella caricatura de cierta España (la de Gonzalo Suárez daba que pensar e interesaba menos): las salsas de nata de pescado y Pedro Ximénez para los bloques de carrillera, el OTAN sí pero de salida para que exporten otros, la Zaragoza de los puentes y plazas duras, las Fiestas del Pilar culturales del glam, la coca y no el caballo y no el speed y vuelta en las siguientes generaciones…
Basadas en grupos estrella antecedentes de los falsos indie “Cirque du Soleil”, las cabalgatas de Comediants, la Fura dels Baus, fueron imitadas por grupos de animación con zancos aragoneses, calentamiento de la Expo de Sevilla.
La “Royale de Luxe” exhibió espectáculos dignos de Vattel mismo en fiestas del Pilar: eran grupo oficial porque entonces había un rey sol socialista en Francia, el recordado pero nada añorado François Mitterrand.
Tipo inquietante que se adjetivaba a sí mismo socialista como también lo hacían el felino centrista social burgués González, el entrañable Mario Soares, el indescriptible sino para mal Bettino Craxi, el mecánico de motores Siemens Willy Brandt, el legendario y víctima (hoy se ve la importancia de Suecia como daño colateral para el pensamiento ruso) Olof Palme.
No esperéis en aquella lista mujeres, eran secundarias encantadas. Salvaré a Carmen Alborch y su gestión del IVAM y a todas las creadoras sin estridencias, Coixet.
Se nos aturdía entonces a base de watios.
Y había que poner en la Romareda o la fuente del parque después de Labordeta, entonces Grande, unos cuadros eléctricos con amperios de presa hidroelétrica. Así… la brigada del Ayuntamiento no podía, y aquello se contrataba. Qué tiempos, todo era extraordinario.
De todas formas qué alineación de políticos y gestores culturales ídem travestidos: se podía jugar en bloque bajo con presión, bloque medio o haciendo catenaccio, no digamos con los demócratas cristianos con cualquier apellido. Guerra se cargaba por sutil a Pilar Miró y así todo de estridente, con Pedro J. en el equipo contrario y los GAL para cobrar más productividad.
La ensalada de watios murió como concepto por que sí la matizaron Nirvana y Massive Attack. Como también lo arreglaron Camela o Estopa, que ya valía de tontadas. Pero se quedó en el subconsciente: forma parte del crucerismo de cualquier índole, de todo lo que sea una cruz.
Muro de sonido vale, pero detrás de melodía sutil o chicle superficial, da lo mismo. Pero altos y bajos como en la Semana Santa del Bajo Aragón o como en Beethoven sin llegar a Wagner, creando tensión escénica pero sorprendiendo a los sentidos y dando importancia a la no nota, que es la fundamental, tu derecho individual al silencio.
El fundamento de la bossa nova, de la trova cubana, del reggaetón y de la vida: la emoción del contratiempo.
De todo lo dicho, de los conciertos con saxo solista de Ana Belén y Miguel Ríos y los pobres Manolo Tena o Antonio Vega que no podías programar en plazas de toros por su hilo yonki de voz, ha quedado el gusto por el aturdimiento.
No hay fiesta escolar sin 80 debicelios para que los críos se griten más entre ellos, ni charanga que no escandalice con megáfono –lo que puede estar justificado en la calle Mayor de Jaca pero no por la misma en fiestas de Canfranc-, cualquier programa de Aragón Televisión muestra a abuelas soportando festivales neorrurales con cara "días de mucho-vísperas de nada" pero mi pueblo es el mejor (decid que ese día no)…
O bien se organiza una medio maratón y se meten goles al cáncer a ritmo de “Despacito” a todo trapo.
Al lado los visitantes de La Lonja de todo el mundo epatándose con la exposición Zuloaga según Goya, de importancia mundial como si estuvieran en una tienda de franquicia de Puerto Venecia.
Viéndola con reggaetón como no pueden hacer en Stuttgart, solo hubiera faltado que la visita guiada la hiciera K de Calle al 10 de sonido.
Sin entrar en que las camisetas rosas por un día no elevan el presupuesto en investigación contra el cáncer. Solo pueden llegar a recordar una vez temática al año, cada día es de algo, la cuestión en este periodo de denuncia de falta de médicos y desmantelación subsiguiente de servicios a los que los ciudadanos tenemos presunto derecho por catalogación.
Además, la reivindicación se traduce en un día presuntamente festivo del que disfrutan supervivientes épicas, sonrientes con razón, pero la padecen familiares desolados. A mí la muerte de un familiar no me la despaches con Ana Torroja. Pero era que también se salía y el vermú parecía un día de Santa Águeda vintage 2.0.
Eso pasa por relacionar dolor con éxito en participación social, que dice cualquier concejal postmoderno incluso pepero de los que, no en Aragón, presupuestan lo que presupuestan contra la ¿lucha, no dijimos que dejaríamos de utilizar términos militares? contra esto, que el ejército de Ucrania avanza imperial.
Pero es que el tema no es la justa causa de la reivindicación.
Yo lo veo todo más básico, solo relacionado con que a cualquier concentración o manifestación los organizadores piensan que han de ponerse watios del rincón de no pensar, ocupar el centro de Zaragoza sin ofertar ningún género de contricción, de cualquier ganadería o una batucada.
Solo por ello ya me parece que muchos estarán encantados que se desvíe el tema. Es rentable políticamente, la solidaridad da una foto barata fácil, con varias trayectorias de cornada.
En España, el país con mayores extraescolares del mundo. El de las zonas saturadas de bares.
Aquel lugar en que entrabas a un bar apartando una cortina de farias, en que te tenías que jugar las cuerdas vocales para hablar hasta en cafés por encima del estribillo de las tragaperras…
En el que contra todo pronóstico, el personal, y mi padre el primero muerto de lo que ayer se celebró con seguridad de ahogamiento sin análisis, dejó de fumar voluntariamente en los bares.
Damos para más, cual es el afán de embrutecer.
24.10 Luis Iribarren