17.1.17

Del Beduino que se enterró en Monegros

Instalarse en la verdad tiene dos grandes inconvenientes: la terrible certeza que se llama vida y que inevitablemente te mostrará tu error y el paso del tiempo que es, en minúsculas, lo mismo que la vida.

En estos tiempos donde apenas hay ética, la memoria me arrastra hasta aquella foto de las Azores que desembocó en la guerra de Irak, esa gran mentira que sigue escribiendo las páginas más dolorosas y cruentas de nuestra última década.

Es importante, y en política mucho más, saber qué decisiones se toman, en qué fotos se está y cuál es la razón para argumentar ese sí o ese no, del que quizá dependa el devenir de toda una sociedad.

Ayer sin ir más lejos releía un libro, decía: “Y con una serenidad enorme me fue explicando que abandonaba el juego, que volvía a su Monegros natal, porque ya habíamos dejado de ser beduinos y ahora, con el nuevo Gobierno de Zapatero y con la necesidad de dejar de soñar, había que tener la cabeza fresca y a él le pesaban demasiado los muertos del 11-M”.

Nuestra historia más reciente está repleta de grandes fracasos y escasos aciertos y eso es así porque el discurso que algunos lanzan como terriblemente novedoso anda instalado en la más pueril de las demagogias, no contiene reflexión alguna y solo responde a la irresponsabilidad de mover las piezas en un tablero de egos, señores de gesto adusto que andan a cuatro palmos del suelo y que solo saben leer el nombre de lo inmediato.

Y mientras aquí, en Aragón, entre los Monegros, el Moncayo, el Ebro y las tierras turolenses, seguimos luchando en un combate desigual, como el de David contra Goliat, buscando el respeto e intentando educar: Madrid nos ha desoído tantas veces que ahora lo que menos necesitamos es que algunos de nuestros representantes políticos anden utilizando los presupuestos como arma arrojadiza, dentro de un discurso que solo busca el objetivo de su propia victoria en una lucha tan vieja como la vida, la de la supervivencia que en política se llama victoria.

O al menos eso piensan algunos.

Dicen los responsables de Podemos que tras el proyecto de presupuestos que le ha presentado el Gobierno de Aragón no “hay proyecto político” y quizá tengan razón. O quizá no.

Y quizá, asentados como están en la certeza de ser valedores de las verdades más absolutas, acaben lanzando a la sociedad aragonesa hacia una deriva de la que, señores y señoras de Podemos, llevamos años intentando salir.

Aragón se merece respeto y la valiente mirada de los de tierra adentro, como la de ese beduino que lloró ante la foto de las Azores, que clamó por las afrentas de Madrid y puso su grito para que fuéramos más libres y más justos, huyendo de demagogias y grises guerras partidistas, y anteponiendo los intereses de un pueblo, su pueblo, a los de cualquier sigla política.

Y aunque se fuera y dejara su corazón enterrado entre los Monegros, los Mallos y las aguas del Aragón, creo que no estaría de más seguir el ejemplo de aquellos que fueron nuestros queridos y añorados beduinos.

Ángela Labordeta - eldiario.es - El Prismático de Aragón

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