También en Zaragoza hay señores con mala cara, personajes que dan miedo, cuentistas muy morados que asustan a los viandantes.
Por la noche te salvas porque —según me cuentan— no se mueve, pero puede ser peligroso si vas ensimismado y observas que se le frunce todavía más el gesto de la boca.
En ese caso hay ya pocas cosas diferentes a ponerte a correr, que puedas hacer con éxito.
Pero si no se le mueve la boca, tranquilos, es que sigue pegado a la pared.
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