Hasta no hace muchos años, en las grandes fiestas de las ciudades y pueblos de esta España actualmente rara, las tabernas de ferias ocupaban espacios junto a los carricoches, norias o serpientes de colores de los recintos feriales.
Pero en la última década encontraron mejor acomodo en el centro de las ciudades, formando pequeñas ferias gastronómicas donde se venden productos para cenar o comer, embutidos y quesos, postres o panes, y sobre todo brasas y barbacoas donde son capaces de crear enormes locales de alterne y condumio, donde desde lechones a paelleras de 100 comensales o guisos regionales de lo más diverso, ayudan a dar olor y color a las ferias festivas.
En Zaragoza conviven en las orillas del Ebro, junto al clásico y ya muy reconocido pisauvas que vende vino rancio aragonés con un canutillo al módico precio de 1,20, para que completemos un paseo de comidas del cambio de lugar, en mesas no siempre cómodas pero sí festivas.
¿Algún día se darán cuenta que hay que poner los precios en todo lo que venden, pues así se ayuda a vender más y no menos, excepto si los precios son abusivos?
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