La bella Zaragoza no tan conocida, la de los escudos de armas, incluso la de las barras de la enseña aragonesa. La Zaragoza de piedra y arte, la de mirar y dejarnos el tiempo paseando. La que ven poco los turistas pues no pilla a mano de los trayectos, la que conoció mejores tiempos cuando era el centro de todas las miradas.
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