En nuestra Zaragoza también hay voces llamativas, discrepantes, gritonas, que marcan lemas fáciles de recordar. En esta piedra de la orilla del Ebro vemos el clásico: “Ke no Kalle la Kalle” en un lugar poco visitado y seguro que por ello con muchas más posibilidades de mantenerse en el tiempo.
Y eso que alguien con pintura roja intentó tachar y censurar una frase tan lógica y democrática, que deberíamos aplaudir todxs desde la democracia más básica.
La calle nunca debe callar, pues es la voz de las personas.
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