Esas orillas del Ebro a su paso por Zaragoza son auténticos campos deportivos, lugares de recreo de la naturaleza. Las ciudades se hacen para que las personas puedan vivir mejor que salvajemente en el campo, para organizarse y de esa polis salga la calidad de vida.
Por eso mismo, aprovechar los ríos en sus tramos urbanos, para que sean lugares de ocio y de deporte, de disfrute y tranquilidad, de paseo y de calidad de vida urbana, debería ser uno de los objetivos de todos los políticos urbanistas que se precien.
Creer que un río en su tramo urbano debe ser igual a un río del Pirineo es no saber ver la sociedad, no entender el urbanismo social. Lo que hay que hacer o al menos procurar hacer, es cuidar los entornos, limpiarlos, restaurarlos, trabajar sobre ellos para que sean zonas urbanas dentro de las ciudades y que simulen zonas naturales. No todas las personas pueden irse al Aneto o al Valle de Oza a disfrutar de los maravillosos entornos naturales de Aragón.
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