Continúo con mi particular homenaje a esta parte de Aragón para mí tan nuclear, tan querida… Donde cambia el aire que se respira viniendo de tierra baja y se hace más afilado. Donde siento que ya estoy de lleno en mi querida montaña, con un poco menos de calor, más sombra y, sobre todo, más olor a pino y a vegetación.
La sentencia nos dejará incólumes estos puentes, que forman parte de mi memoria afectiva. Pero también de la de todas las personas con cierta edad que subían a Jaca por Santa Bárbara –antes de la mejora de Monrepós- y de muchos visitantes a Aragón, que han saltado el que sigue.
Puente de Murillo, recientemente embellecido. Lo considero familia a la que cuidar, no quiero para él ninguna residencia. Abajo, el puente Bloukrans. La costa del índico donde entra la cordillera Drakensberg, que contiene bosque mediterráneo, hace que parezcamos en casa.
Se trata del conocidísimo puente de Murillo de Gállego sobre la antigua nacional N-240, de bellísima factura y recién embellecido. Sus detalles de cal blanca en sus pretiles recuerdan la obra civil bien rematada con esmero presente en Cuba, México y otros países americanos. El gusto por la pintura como embellecimiento de la piedra, tan maya.
La no ejecución del pantano mantendrá su preciosa vista y caída de su vano, preservándola para su uso seguro como principal destino de puenting en Aragón y uno de los principales del Estado. Obra coetánea al puente de Sástago, se construyó en paralelo a puente con arcos ojivales destruido por una impresionante riada. Con el cambio climático llevamos camino de no poder llenar ni el Pantano de la Peña.
Hermanamos el puente de Murillo con el principal atractivo del turismo de aventura sudafricano. Se trata del puente Bloukrans que, obviamente, también perdería atractivo en su caída de más de 200 metros, si destruyeran paisajísticamente el cañón que salva. Hemos hablado de la similitud paisajística Aragón-Sudáfrica en muchas ocasiones.
Por último, para recordar que todas las presas y pantanos en la montaña -que debieron hacerse o no- ya están hechos, y que el resto de proyectos son artificiales y anti económicos, si no se avanza en usos mucho más eficientes del agua en el Monegros vaciado en Huesca y con poca identidad, se comparte un puente-recordatorio.
El oxidado, en mal estado pero precioso puente del pantano de la Peña. En 2013 asistí al centenario de esta infraestructura que, como la pequeña presa de Ardisa, cuenta con un diseño, si pensamos en términos de arquitectura industrial, conmovedor y magnífico. En realidad el puente, en su origen, salvaba el río Asabón y no el Gállego.
Demoliéndose en 1913 bellísimos puentes que quedarían sepultados en el pantano como el de la Gorgocha, de factura incluso gótica.
25/07 Luis Iribarren.
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