Si de algo carecen y algo aborrecen las dictaduras del pensamiento, palabra y omisión es de sentido del humor.
Ninguno de los 120.000 aragoneses residentes en Barcelona, segunda ciudad aragonesa, parece haber sido afectado por la masacre. Concebida a mala hostia para sobresaltar en su escenario plagado de forasteros a una ciudad decorado, una ciudad crucero, una ciudad donde en un día normal de agosto no hay ningún barcelonés, catalán, aragonés ni español en las Ramblas. Que cada uno elija qué cuatro cosas quiere combinar dentro de sí mismo, nadie somos un solo elemento químico.
La simiente de la discordia, en todo caso, habitaba y habitará dentro. Semilla negra, como decía Auserón. Habita en que sea más fácil, con mi respeto para los nacionalismos catalán y español, ser considerado catalán de primera como magrebí o pakistaní que como oscense. El problema Salt. El advenimiento de Junqueras, alcalde del Cinturón rojo, contra nuestro zaragozano Carod Rovira.
Como más fácil es ser director general de inmigración de Euskadi siendo senegalés que de Zamora. El problema es que el aserto es válido para cualquier dirección general… no para ésta, donde estaría justificadísimo incluso en el Gobierno de España. El problema allí es que los senegaleses venden polos falsos, no se los ponen.
Y todo esto lo decimos desde Aragón, con una inmigración que dialoga en la Casa de las Culturas de Zaragoza, toquemos madera de que no haya contagio de radicalismo y todos podamos seguir cortándonos el pelo y comprando pollo adobado en nuestra querida avenida Marrakesh. Nuestra más que histórica comunidad, gozando y padeciendo presidentes de Aragón y alcaldes de Zaragoza asturianos, sevillanas y jueces aragoneses por casualidad.
Así, propongo para escondernos otro escenario. Está bien buscar el verde. Pero creo que hoy no es el camino. El camino es un Camino Soria, parada intermedia. Una ciudad poderosa y verdaderamente tricultural, Tarazona.
Donde la vida sigue este fin de semana con cortos, grabaciones y actos que homenajean al muy querido, pese a los clichés y el nacionalismo español, para todos los aragoneses don Francisco Martínez Soria. Somardón que se hacía el tonto, ser humano que se emocionaba con sus yernos guineanos en profética película… Un enorme aragonés de secano, el mundo y sus enfrentamientos artificiales tan lejanos a nuestro desierto que nos permite tener almas poliédricas… y energía gratuíta para no depender de estos hijos de puta de un lado y otro…
Es el momento, así mismo, de hacer un homenaje a la cultura islámica que tanta sed ha aplacado en Aragón a través de los artesanos por ella legados a la ciudad de Tarazona, Toledo del Norte, una de las poblaciones intermedias más bellas del mundo.
Y dejaros con dos textos, uno de Auserón que todos conocéis:
Y al final de la Rambla me encontré con la Negra Flor.
La estuve buscando pero no la encontré
y su amiga me dijo: está tomando café
en el bar el camarero me dijo: no sé,
búscala en la playa y en la playa busqué.
Otro, sobre uno de los hijos más preclaros de Aragón Sefarad. El bayle de Aragón turiasonense Moshe de Portella que hay que presentar también hoy. Dado que como aragoneses somos nadáfobos y todófilos. Es de la interesante página sefardies.es
Hermano de Salomón, Abraham, Ismael y Yucef, natural de Tarazona (Zaragoza - Aragón / España), es el judío más sobresaliente, tanto por la importancia de sus cargos, y atribuciones, a partir del año 1267, como por la extensión de los territorios donde intervino. Fue, durante muchos años, Bayle y Merino de Tarazona e incluso llegó a ser durante el reinado de Alfonso III, Bayle General de Aragón. Controló las recaudaciones de las rentas y derechos reales, intervino en pleitos judiciales, dictaminó embargos desembargos y compensaciones económicas por homicidios, cuido de la restauración y administración de castillos, se encargó de la adquisición y almacenamiento de víveres, supervisó las aduanas de la frontera Navarra y realizó levas de fondos, armas, caballos y hombres para las guerras del Rey, y acompañó al Rey en sus desplazamientos por Aragón, Catalunya y Valencia. Por orden de Moshe de Portella, o con su visto bueno, la Cancillería Real expidió documentos y órdenes sobre actuaciones económico-administrativas, sobre asuntos judiciales e incluso sobre cuestiones diplomáticas y militares. En definitiva, llegó a acumular tanto poder que en las cortes de 1286 los ricoshombres aragoneses pidieron al Rey que fuera apartado de sus funciones, por ser judío. Pero el Rey no renunció a sus servicios, y aquel siguió ejerciendo los mismos cometidos pero sin más título que el de “nuestro fiel” o “de nuestra casa”. Como almacenista de granos y banquero, realizó importantes préstamos tanto al rey Pedro III como a su hijo Alfonso III. No consta que ninguno de sus hijos Isaac, Abraham o Salomó, ejercieran cargos públicos algunos. Moshé falleció en Tarazona el año 1293.
18/08/2017 Luis Iribarren.
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