Pongo en vuestro conocimiento una curiosa historia, que puede significar un tema a desarrollar en la Ribagorza más oriental.
Resulta que Israel es el primer consumidor turístico del noroeste de Lleida. De las comarcas colindantes con Aragón, donde se hallan tres joyas monumentales: la cicatriz pirenaica de Arán que fue Aragón y se llama “el valle” en eusko-ibero, el Parque Sant Maurici-Aiguestortes y el románico de Boí-Taüll, tan emparantado con nuestras pinturas románicas joya de Bagüés o con las iglesias románico-lombardas del Serrablo.
Pero los judíos que visitan este territorio ponen de manera indirecta su atención en este rico patrimonio natural. Tampoco la ponene en que el Pallaresa sea el destino más popular del rafting pirenaico y uno de los más afamados del mundo, con el Gállego en los Mallos pisando fuerte.
Tampoco reparan como usuarios que nuestros vecinos lleidetàs iniciaran el turismo de aventura en sus aguas bravas, ni compran lotería como el presidente de la Diputación de Castellón porque tampoco les toca tanto –pueblo prudente-… Les da lo mismo que Arán recibiera siempre al denostado rey emérito, la reina que le tocara y sus locas perseguidoras en su emblemática Baqueira, no inferior a Cerler en calidad de instalaciones.
Judíos centroeuropeos en ruta inversa a la bolsa de Bielsa por conveniencia estraperlista. Objetivo Lisboa, Londres, Estados Unidos… Parece ser que los ataviaban de boyeros. En los pastos no había frontera (aunque se adviertan carabineros y gendarmes de Vichy revisando documentación)
Resulta que en Israel no les visitan por eso. Les visitan, y aprovechan para conocer la monumentalidad de su paisaje –que les recordará a los Altos del Golán y su estación invernal entre cedros- porque parece ser, por atestiguarlo las fotos que os acompaño, que por esa comarca pasaban judíos franceses y del resto de Europa, huyendo del Holocausto.
Existe una historia de amor del momento muy popular en Israel y semejante a nuestro romance turolense. La de la judía holandesa Betsy Wijnberg y el judío alsaciano Daniel Ehrlich, que se conocieron en Toulouse y a los que pasaron la frontera como si de espaldas mojadas se tratara.
La senda de los perseguidos discurre por Sant Maurici, cerca de Espot y la Vall de Boí. Al menos es la que se ha recreado.
Me pregunto si historias semejantes pudieron pasar en Canfranc –me consta que sí- y si no menos judíos europeos pasaron los Pirineos para llegar a la neutral Lisboa por la ruta habitual Bagnères de Luchon-Benasque.
Se nos ha adelantado Lleida, pero estoy convencido que la ruta de 151 km abierta en Pallars y recorrida por judíos de todo el mundo, tuvo con seguridad una réplica en Aragón que habría que investigar, poner en valor, construir y hermanar. Y así repiten o hacen las dos. Viendo más valles abundantes en agua y verdor, que tanto aprecian.
Si queréis profundizar en esta fascinante historia, os recomiendo la siguiente bibliografía acerca de esta singular iniciativa de nuestro territorio hermano
Josep Calvet: Huyendo del Holocausto. Judíos evadidos del nazismo a través del Pirineo de Lleida [Milenio].
24/01/17 Luis Iribarren
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