Dedicado a Jesús Salcedo, querido amigo y mi guía particular por el alma
presente y vigente de Canfranc.
Pasado y presente de las comunicaciones armonizan en Canfranc donde todavía es vivible, pese a la importante desviación de tráfico debida al túnel, su condición de punto de encuentro.
De lugar de compra francesa de alcohol y tabaco como Bielsa, de minifrontera a la que solo falta una exención tributaria como la de Melilla para que se convierta en Andorra, de puerta a las estaciones de Astún-Candanchú, unificadas mediante forfait único. Lo que aventura un crecimiento de visitantes en el valle en invierno.
De lo que fue y lo que será
Estuve fotografiando en Canfranc recientemente óxido y abandono, pero también presente y futuro. Apreciando la muy buena obra de rehabilitación del tejado de la estación, conversando con quien me encontré –nadie nativo- sobre los usos y oportunidades que se le presentan a este valle alto del Aragón, en la práctica un barrio continuo de Jaca. Y suerte tienen.
Centro de Control del Túnel de Canfranc, chapa metálica de color rojo haya.
Advertí bellísimas estampas de otoño de los congostos entre Villanúa y Canfranc, el límite del hayedo amenazado –como el pino negro en Gúdar- por el cambio climático. Estaba el paisaje precioso debido a las últimas lluvias tras un verano amarillo-sufrimiento.
Una vez en Canfranc, centré mi atención –además de la Estación Internacional- en los ejemplos de arquitectura fronteriza y peculiar que tiene la población. Que la emparenta por los mismos motivos con el Balneario de Panticosa y que os presento. Además de un maravilloso nuevo apeadero de autobuses, muy bien iluminado por la noche como la Estación y que emboba la mirada. Todo ello en un municipio que no alcanza los 500 habitantes, da para un viaje reposado de todo un día solo por su arquitectura.
Canfranc-Estación contiene una bellísima arquitectura de viviendas unifamilares con mansarda de inspiración y ejecución francesas únicas en Aragón
Revisitar Aragón con mayor conocimiento es como una relectura reposada de lo que ya leímos, nos emocionó y creemos sabido. La delectación absoluta es comprobar que lo vemos por primera vez, que la presencia de una persona querida y sus problemas cotidianos humaniza ese bellísimo entorno, afortunadamente no perdido.
Luego está el óxido y el pasado de las historias vividas por y en ese paisaje humanizado.
Que afortunadamente el aragonesismo no ha entregado.
Luis Iribarren
No hay comentarios:
Publicar un comentario