La macrogranja de Noviercas, una expresión máxima del desprecio a la naturaleza y a las personas, es el resultado no solo de un capitalismo salvaje sino de una inconsciencia de las autoridades en salvaguardar el futuro. ¿Qué futuro puede haber en el entorno de Noviercas a la hora de construir y aceptar una macrogranja de más de veinte mil cabezas de vaca que va a dejar en el entorno unos detritus, hablando en lenguaje llano mierda (real y metafórica), que va a inundar el suelo y el subsuelo de una pobreza irrecuperable al esquilmar los recursos de la zona?
Cuando la ubre de la vaca esté seca se buscará otro lugar en España que acepte migajas. Porque siempre habrá lugares más pobres y desesperados. Lo digo con todo el cariño para los sorianos y máxime cuando toda mi familia viene del otro lado del Moncayo que compartimos tanto ellos como los aragoneses. Es, precisamente, en el lado opuesto al lado aragonés del Moncayo donde se va a ubicar esta aberración que empobrecerá el suelo, contaminará los acuiferos y dejará una miseria medio ambiental que tarde o temprano se sentirá en el Parque Natural del Moncayo y en todo el entorno.
Habría que preguntarle entonces al alcalde de Noviercas cuando esto ocurra, porque esto ocurrirá, (que nadie sea tan iluso de creer que la naturaleza no se va a resentir) qué futuro va a dejar a las nuevas generaciones. El panorama es el siguiente: agua contaminada, acuiferos agotados, subsuelo debilitado, problemas de salud de sus habitantes. Y la palabra tan temida: muerte de un pueblo.
Porque las grandes empresas actúan con un principio básico, máximo beneficio en mínimo tiempo. Lo dije antes, siempre encontrarán lugares más necesitados que los acogerán en sus proyectos delirantes y junto a ellos habrá gestores en la administración que tendrán una visión cortoplacista y poco humanista.
Poner como excusa que se pretende acoger este proyecto para generar empleo es como pretender construir un cohete para ir a la luna con arcilla. El desastre está garantizado, porque es mayor la pobreza que genera que la riqueza que nunca habrá. Esta última irá a parar a bolsillos ajenos bien alejados de los pocos puestos que puedan generar en Noviercas.
En mi hambre mando yo, dijo un campesino andaluz cuando quisieron comprarle su voto por dos duros. Se necesitan políticos que tengan esa dignidad a la hora de evaluar la problemática del desamparo del medio rural para que no acepten proyectos que nacen muertos de vida. Pan para hoy, hambre para mañana. Eso es la macrogranja de Noviercas.
Hay en Noviercas un proyecto arquitectónico, el Teleclub, que está nominada a los premios de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea que se entregarán en el 2022; también ha sido finalista en los premio FAD 2020 y ha recibido una mención en los galardones de arquitectura Hispalyt. Digo esto porque ¿cómo pueden convivir la belleza y el caos? ¿Se imaginan a los turistas yendo a ver el edificio con pinzas porque el olor de las defecaciones de más de veinte mil vacas no habrá quien lo aguante y disimule? No digamos el aire que respiren con todos los contaminantes que la macrogranja ocasionará.
Alguien debería avisar a los miembros de los diferentes jurados de dichos certámenes arquitectónicos para que les haga ver que este proyecto arquitectónico está en un entorno tan contaminante y despreciativo a la naturaleza que los premios en sí se devalúan, máxime cuando la nueva arquitectura, si algo valora hoy en día, es la convivencia entre arquitectura y naturaleza. Noviercas tendrá su edificio, pero no tendrá naturaleza. ¡Viva el caos!
Olga Neri
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