Ayer por la tarde noche fue uno de esos momentos en los que el Puente de Piedra se llenó antes de las 7 de personas haciendo fotos del Pilar con un cielo que se enrojecía por segundos, mientras en el Ebro podíamos ver reflejados todos los elementos que marcan a Zaragoza como una ciudad turística poco utilizada todavía.
Al fondo se podía ver el Moncayo, en esas pocas ocasiones en que desde el Puente de Piedra se puede ver esta montaña tan aragonesa, totalmente siluetada sobre el cielo.
Era un momento imposible de cazar excepto con una buena cámara fotográfica. Que no fue este caso, claro.
Uno conoce casi toda España y más de media docena de países europeos y puede asegurar que en España pocas sensaciones hay como esta. Tal vez Córdoba, en donde se agrupen el agua de un río y los reflejos de un edificio de las características del de Zaragoza.
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