Los frescos de la iglesia de La Mantería (Santo Tomás de Villanueva) son uno de los conjuntos barrocos más importantes de Zaragoza y se consideran la obra mural conservada más relevante de Claudio Coello, con participación de su discípulo Sebastián Muñoz. Han sufrido un deterioro muy grave sobre todo por las humedades desde el techo mal conservado, pero en los últimos años se han impulsado obras para protegerlos y restaurarlos parcialmente.
La decoración mural al fresco de las bóvedas y cúpulas se atribuye a Claudio Coello (Madrid, 1642–1693), pintor de cámara de Carlos II y uno de los grandes del barroco español, ayudado por Sebastián Muñoz, discípulo de Coello, que viajó a Zaragoza para ayudarle, y se conservan dibujos preparatorios suyos para estos frescos.
El templo barroco de los agustinos se construye hacia 1683–1686, y Coello trabajó “más de un año” en la decoración, por lo que la ejecución de los frescos se sitúa en torno a esos años, en el último tercio del siglo XVII.
Las pinturas decoran principalmente las bóvedas, lunetos y cúpulas elípticas de la nave y los tramos principales, y en origen el interior estuvo recubierto “desde el zócalo al techo” de pintura mural, aunque hoy sólo se conserva lo alto, desde la cornisa hacia el techo. Ejemplos similares y muy bien conservados tenemos en un buen número de monasterios en Rumanía, y en la iglesia de San Nicolás de Valencia,
Lo representado es típicamente barroco con composiciones celestes con santos agustinos y escenas teológicas, resueltas con un marcado sentido teatral, perspectiva ilusionista y recursos de la escuela romano‑italiana (se ha señalado la influencia de Carlo Maratta).
El espacio arquitectónico de la iglesia se diseñó y construyó expresamente para ser pintado, y eso se nota en la organización de bóvedas y cúpulas, muy originales, que funcionan como soporte de un gran “techo continuo” de frescos, lo que ha llevado a llamar al templo la “Capilla Sixtina de Aragón”.
La iglesia de Santo Tomás de Villanueva, conocida como La Mantería, es lo único conservado del antiguo convento agustino; es un barroco de ladrillo de gran plasticidad, uno de los mejores ejemplos de este estilo en Zaragoza.
En 2023–2024 se han iniciado obras en la cubierta para atajar filtraciones y proteger los frescos, promovidas por el Ministerio de Cultura y el Gobierno de Aragón, como paso previo a la restauración integral de la pintura mural, con una inversión en torno a los 2 millones de euros.

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