Podría ser cualquier ciudad europea de las que tienen futuro, de las que salen en los papeles como ciudades importantes y a tener en cuenta por su calidad de vida. Y en realidad lo es, con la gran ventaja teórico para sus habitantes, de que no es excesivamente conocida. Todavía.
Sí, es Zaragoza en una tarde de lluvia, que como es tan poco habitual, nos entrega reflejos y brillos, grises y suelos, poco habituales. Pasamos del "gris ala de mosca" al "gris marengo" a poco que caigan cuatro gotas.
Cuando a un alcalde insultamos —como a todos pues en esta Zaragoza nos gusta insultar a los alcaldes— por plantar tilos en el paseo Independencia, que hace décadas que ya no es paseo aunque tenga aceras anchas, tuvo que defenderse el hombre diciendo que los árboles tenían un seguro de sequía.
Eran tan caros a los ojos de los europeos de Zaragoza, que aquellos árboles duros y que huelen muy bien, necesitaban justificarse con un seguro, no fueran a secarse y a joder las elecciones al alcalde.
Volvemos a tener alcaldesa que es una opción muy interesante pues se la insultará menos, lo cual garantiza que si tiene ganas, que de momento no lo sabe nadie, igual la dejamos hacer aunque sea para observar.
Es curioso que el Debate Electoral para la alcaldía de Zaragoza la perdió Natalia Chueca por goleada. Y ahora los resultados le dieron la razón a los que de entrada decimos que habría que suspender todas las campañas electorales pues no sirven para nada.
Zaragoza bien se merece unas lluvias que pongas gris oscuro entre las calles de los tilos. Y se merece que se estudie bien su futuro a base de preguntarle a Ebrópolis qué podemos hacer para estar a la altura, ahora que ya somos la Cuarta ciudad de España.
De momento nos conformaremos con saber que Zaragoza es bonita, si ella quiere, que no es siempre.
Nota.: La fotografía es del colaborador y gastrónomo Luis Iribarren
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