Todos en Zaragoza somos conscientes del problema de sanidad, de limpieza, de riesgo de inseguridad de todos los que están allí, desde vecinos a ciudadanos que están viviendo sin condiciones, unos problemas de indignidad que como ciudad no debemos seguir consintiendo mirando al suelo mientras agachamos la cabeza, admitiendo que sabemos lo complejo que es resolverlo, pero a su vez, que algo distinto tenemos que hacer.
A su vez hay que AGRADECER y poner en valor el inmenso trabajo que desde decenas de asociaciones o desde una parte de la iglesia zaragozana se está haciendo por intentar hacer menos dura la vida de estas personas. Nunca es suficiente, pero es un soplo de aire.
Las sociedades, mientras el problema tienen un tamaño soportable, deben resolver sus problemas. Sabemos que se juega en el doble sentido de que si se hace bien se produce el efecto llamada. Y que si se hace mal a partir de cierto grado, es imposible revertir las situaciones.
Zaragoza debería trabajar más y sobre todo más unida, para analizar estos problemas y sabemos encauzar y humanizar, dentro de sus tremendas dificultades de todo tipo. La imaginación al poder. Más presencia de personas voluntarias, de ese Cuerpo de Voluntarios de Zaragoza o de Cruz Roja, para garantizar una formación ampliada de las personas que allí se encuentran, una sanidad, una integración poco a poco, una seguridad del entorno para todos, es imprescindible como primeros pasos.
En algunos países, en algunas ciudades, en zonas como estas se forman barracones para dar asistencia global, y en donde pueden acudir allí las personas de los alrededores para de forma diferente a la oficial, recibir asesoramiento y ayuda. No es un edificio de albergue, no es para comer o dormir, pero en cambio sí es para ducharse, para recibir consultas médicas o formación.
¿Todo esto crea un efecto llamada? Pues depende de las formas. Nadie quiere vivir en la calle y si se escapan de otros países es por sus propios problemas internos. A veces solo llamamos Efecto Llamada cuando estando ya en nuestros países, no queremos que vengan a nuestra ciudad, a nuestro barrio. Y eso… se debería llamar mejor con otro adjetivo.


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