16.1.25
Fonz La Hermosa. Huesca en 1825
Para Daniel Calvo Mata, de vocación chófer y poeta de Ribagorza, y Jorge Pueyo Moy, cincelador de palabras y penúltimo noble foncino.
Fuente que fluyes sin fuente, origen de este manantial, apaga nuestra sed con la fuente celestial.
Las autoridades contaminan los pueblos y enclaves más bellos en todos los países desarrollados con un exceso de cartelería excesivamente brillantes, aparcamientos ocupando varias eras, concentraciones parcelarias que se llevan por delante bancales, ríos domesticados por taludes de gravas y discutibles rehabilitaciones monumentales, a mayor gloria de lo que esperan los acríticos visitantes urbanos: la vida rural como repetición de la civilizada o Le Corbusier en Benasque.
Qué nos queda entonces por amar sin contraindicaciones: solamente los agujeros históricos que se desarrollaron durante un periodo determinado que hoy no interesan porque no se pueden depredar. Esos problemas a resolver por cada Diputación y a los que flaco favor estoy haciendo enalteciéndolos, aunque sé que no iréis, pues aún les queda alguna tienda y vida cotidiana propias.
En términos de filosofía oriental son los más bellos como producto del modismo “WABI SABI”, que fue simplificado históricamente en España por el cine y guiones de Gonzalo Suárez o la campaña de los 90 de Adolfo Domínguez (“La arruga es bella”, cuando matiza, no lo añadieron, una superficie lisa cualquiera).
Transmitido al zen desde el taoísmo, también originado en la fértil provincia del sur chino de Sichuán no lejos del Tíbet, de wabi-sabi goza cualquier objeto o paisaje imperfecto y no simétrico que exprese transitoriedad a ser posible por efímero y refleje cierto deterioro elegante. Sí, sé que lo estáis pensando: la ropa vintage pero siempre con toques de lo contrario.
No solo en Europa abusamos de lo cartesiano y la renovación permanente puesto que los políticos algo tienen que presentar, y lo más fácil es obras y nunca vida ordinaria. Las propias urbanizaciones japonesas y su huida de los tejados curvos en los tejados, además del carácter angular y rectilíneo de sus edificios residenciales –la serie que más luz da sobre la sociedad nipona es el cómic Shin-Chan- atestiguan una huida del concepto que, sin embargo, recoge el cine de Kore-Eda o Kitano. Autores detenidos como Ozu en devolvernos espejos de vidas cotidianas presuntamente rotas en dos horas de metraje, la realidad siempre las supera en duración.
Pero recordemos que estos autores sí se hallan impregnados de zen: es el donante el que se inclina en Japón cuando da la ofrenda o comida al necesitado o menesteroso, recetándose el carácter contingente de su propia riqueza. Sujeta siempre a variaciones sísmicas como un atropello o un desfalco por operar en la compra virtual.
Las localidades con más wabi-sabi oscenses siempre me han parecido Ayerbe y Fonz. Pudiéndose extender mi percepción a incluir en la lista a Peralta de la Sal, mi eje espiritual de la Canal de Berdún y, todo lo más, a Berbegal. Todas rodeadas de enclaves excesivamente rehabilitados y angulares, los ladrillos de Alquézar y la piedra en L’Ainsa negra de Fiscal puestos a plomada, sin marcas de canteros para encajarlas y con materiales preparados para parecer viejos a los que les faltan cien años de helada y grietas.
Cuando subo a Fonz siempre se me para el tiempo, me arrulla el agua de su fuente de los seis caños (es este el nombre del pueblo en plural) de la que mana agua de la Carrodilla desde el Renacimiento –gotas todas diferentes, nos recordaría Heráclito-.
Este elemento central en una villa sin río próximo es el mismo que convirtió a Madrid en árabe: arroyo bajo tierra- en fundación y almudaina, después en capital e incorporado a su callejero el nombre de sus fuentes y arroyos originarios: La Castellana, Lavapiés, la Fama de Malasaña… y aún hoy la hace una ciudad de culto para recorrer los nuevos proyectos para la higienización y abastecimiento como son las fuentes de La Cibeles, Neptuno y de Apolo, proyectadas por Ventura Rodríguez por encargo de Carlos III, de pasión cazador y napolitano, al que le levantamos el sombrero.
La fuente de Fonz, también la de Estadilla, son anteriores y su frescura que garantizaba agua de boca y de riego en verano las disfrutó la pequeña corte del Obispo de Lérida que en nuestra pequeña ciudad, con la mayor concentración de palacios renacentistas por habitante de Aragón, veraneaba cada año.
Fonz fue la Castel Gandolfo ilustrada de su tiempo y debemos sentir piedad y devoción por las muestras de la arquitectura careada o enronada que de ello todavía subsisten, sus materiales y galerías originales o revisadas en ocasiones con gusto y en otras para incorporar miradores modernistas al valle del Cinca Medio. Por consiguiente, un pastiche aunque vivido.
Una simple maceta de barro de los alfares de Naval con una planta resístente y carnosa, una vasija de almacenar aceite con costurones de grapas que soporta un pequeño acebuche, una nota de jazz desafinada ejecutada por un clarinete de una niña del proyecto Jazz por Kids de Sabiñánigo en su festival de jazz o una pieza de lindy hop masacrada por un bailarín aficionado pero con una sonrisa en la boca con el sol poniéndose por el Pueyo de Barbastro, serán contrapuntos añadidos porque suceden.
También los hallaremos en la intervención con la voz quebrada de un diputado foncino que solicite hablar en su pequeña lengua para él anidada en su alma y en la vibrante espera con un vino de Estadilla en la mesa de un enamorado de la vida que, por avatares de ser somatén de su compañera educadora a su provecta edad, espera a que termine su clase para llevarla hasta Barbastro en este emplazamiento que hubiera honrado con su inteligencia e inquietudes en 1823, como ese hombre femenino sin edad de Hopper que es.
Sin saber que el calor del apoyo y de conversación, la energía para amar y revisar una novela de Vilas en su lugar de nacimiento, a la energía permanente de Fonz era debida.
No dirigiré mi recordatorio a enumerar todas y cada una de sus casas palacios. Solamente quiero incidir que el callejero aragonés está repleto de pensadores e investigadores de Fonz nunca ahítos de agua y amor por el paisaje y la botánica, todos imperfectos por nunca excesivamente inquietos.
Pedro Cerbuna, obispo de Tarazona que fundara los estudios generales de Zaragoza a finales del siglo XVI, decisión natural pero que condenó a la Huesca universitaria sertoriana que había dado médicos como Servet a una posición secundaria; Pedro María Ric y Monserrat, Barón de Valdeolivos –palacio foncino que guarda una extraordinaria biblioteca privada por desempolvar con su archivo personal-, que fue rector de la universidad oscense y del que destacaría su supervivencia al episodio de los Sitios de Zaragoza y su participación en las Cortes de Cádiz como diputado; y a Félix de Azara de Barbuñales, naturalista con raíces nobiliarias en la localidad, que fue modelo de uno de los mejores retratos de Goya y ha pasado como científico a ser considerado el Linneo botánico sudamericano.
16.01 Luis Iribarren
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