Es costumbre en las localidades aragonesas celebrar unas fiestas mayores y unas menores. En el caso de la capital, Zaragoza, las fiestas mayores se celebran en torno al 12 de octubre, día del Pilar, y las menores el 29 de enero, San Valero.
Era Valero obispo de la sede cesaraugustana a inicios del siglo IV, yendo con Vicente, oscense, a tierras valencianas a expandir el cristianismo, lo que le costó la vida al segundo. La ciudad de Huesca rinde tributo a Vicente el 22 de enero, fiestas menores de la ciudad.
Los restos de Valero se veneraron en Roda de Isábena, pero tras la incorporación de Zaragoza al Reino de Aragón (18 de diciembre de 1118), Alfonso I el Batallador decidió que debían ser trasladados a la capital del Reino cosa que ocurrió en varias etapas que concluyeron en 1170, reinando ya Alfonso II en la Corona de Aragón.
Durante toda la Edad Media Valero fue el santo venerado por Zaragoza, junto con Engracia, contemporánea de Valero y mártir, según la tradición, por su ideología cristiana y por negarse a atender los requerimientos sexuales del entonces gobernador romano. El Templo de Santa Engracia, del que apenas se conserva una mínima parte, fue objeto de veneración y peregrinaciones y fue especialmente favorecido por Juan II, Fernando II de Aragon y el Emperador Carlos I de Aragón.
La veneración a la Virgen María, junto al río Ebro, es antigua en Zaragoza, data del siglo IX en que se construye una modesta capilla en el lugar donde hoy está la Basílica y donde, según el mito, la Virgen se apareció en carne mortal a Santiago en el año 40. Del 27 de mayo de 1299 data el primer documento que habla de Santa María del Pilar.
Durante la Edad Media el culto a la Virgen María va creciendo, se venera la figura de la Madre de Dios, con una mitología que recuerda el mito babilónico que Simeramus, fecundada por un rayo de sol, dando a luz a un hijo en parto virginal. Mito que se extendió por Roma en el siglo II y que casaba con la tradición de deidades femeninas clásicas y las matronas grecorromanas. De entonces es la primera representación de la Virgen (veneración considerada en un primer momento herejía por los primeros católicos). Es una figura que apenas aparece en la Biblia (tan solo algunas referencias del Evangelista Lucas, un intelectual que reinterpreta y adapta las Sagradas Escrituras mucho después de muerto Jesús, al que no conoció, para convertir el Cristianismo en ideología apta para su adaptación a la cultura romana, algo que consiguió con notable éxito).
Sea como fuere, poco a poco, fue creciendo la devoción mariana en Europa y, por lo tanto, también en Zaragoza, de ese momento data la imagen de Nuestra Señora del Pilar sobre una columna, de madera dorada, de escuela francoborgoña, atribuida de Juan de la Huerta y que data de en torno a 1435-38. Un siglo después se construyó un templo gótico en el solar de la actual basílica, finalizado en 1515.
El 10 de octubre de 1613 el Concejo de Zaragoza declaró festivo el 12 de octubre, haciendo oficial una celebración litúrgica y religiosa que se llevaba a cabo en la ciudad desde su incorporación al Reino de Aragón, quizá vinculada a la consagración de La Seo de San Salvador como Catedral principal del Reino el 4 de octubre de 1121.
La decisión se recoge en el “Memorial de las cossas ordinarias que deven hazer los jurados de Çaragoça en cada uno de los messes del año, hecha por mi Martín Español, su secretario” y se hace eco de la rivalidad del momento de los canónigos de la Seo y del Pilar, pues luchaban por mantener los privilegios sociales de sus respectivos templos, lo que explica una afirmación del manuscrito en el sentido de que la fiesta de 1613 se hizo sin procession por los pleitos que hay entre las Yglesias del Asseo (sic) y el Pilar.
Políticamente, se fomentó el culto a la Virgen con la leyenda del “cojo de Calanda” (1640) que convirtió a la Virgen del Pilar en patrona de la Ciudad (27-V-1642), siendo seis años después extendido el patronazgo a todo Aragón, pasando la Virgen del Pilar a ser patrona de Aragón desde 1648, compartiendo el patronazgo de San Jorge (que lo era desde 1564, sustituyendo a San Pedro).
Carlos II, el último Habsburgo, consiguió que el Papa Clemente X, el 11-II-1676, dictara una bula de unión de los dos cabildos de Zaragoza en uno solo para ambas catedrales, concentrándose enseguida los esfuerzos en la nueva fábrica del templo, que significará la demolición de la iglesia gótica, poniéndose la primera piedra del actual el 25-VII-1681, enviando el rey Carlos II a su maestro de obras Francisco de Herrera iniciándose un largo proceso constructivo, pero esa es otra historia.
Jorge Marqueta
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