Así que la llegada de Ángel Dolado como nuevo Justicia de Aragón debemos tomarla como un aire nuevo y refrescante que debería revitalizar la figura del Justicia de Aragón, dotando a la figura propia de Aragón de más competencias y más presencia social.
Personalmente creo que no se trata de realizar su labor de gestión desde posiciones similares a las de los últimos años, eficaz pero tal vez gris y apagada, para pasar a poner luz y focos sobre una figura que debería revitalizar Aragón, desde la mediación e incluso la implicación en asuntos de gran calado que afectan a todos los aragoneses. La figura del Justicia válido, sólo tendrá sentido histórico si sabe navegar por el filo de la ola del poder, no limitándose a dar curso a las peticiones que reciba.
No debe ser solo un gestor, sino también un líder social reformador y sobre todo señalizador de errores y disfunciones.
Es un acierto que empiece deseando llevar también las funciones de Defensor del Menor. No ocupando espacios que deben seguir teniendo la Justicia, sino en su labor de mediación y de señalamiento de necesidades. Lo mismo podríamos decir del enorme trabajo que existe y casi nadie realiza, de mediación ante temas sociales, familiares o de convivencia. Como es lógico, no debe ser él sino su equipo quien realice estas nuevas y ampliadas funciones.
Para ello debe tener un equipo más que suficiente pues estamos hablando de la tercera institución de Aragón. Y debe saber (poder) explicar hasta dónde podrían llegar las funciones del Justicia, admitiendo que muchas veces chocará de frente con el primer y segundo círculo de poder aragonés. Pero es que o Aragón despierta, o se hunde en la cueva oscura.
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