2.7.23

Palacio de la Cultura y la Ciencia de Varsovia

Es un nombre rimbombante y empecinado. La cultura ha perdido interés por cuanto que los buscadores contestan cualquier duda y la ciencia no se ordena por el poder político con conciencia.

Está este palacio contemporáneo en Varsovia y una parte de sus bajos alberga su oficina de turismo. Al llegar a una ciudad nueva como forastero, tu impresión inicial de ella depende en buena parte de cómo te atiendan y el lugar donde esté la sede de dicho organismo o, como se dice ahora, centro de visitantes (fingiendo que existe algún tipo de interactuación).

Incluso en Europa donde se tienen tantas referencias previas y puedes empezar por los ríos, las juderías y sus muros de gueto o ir de cabeza a oír un fragmento de Chopin en un banco enfrente de su palacio museo, qué bello que la puerta de entrada de una capital o ciudad relevante esté en un edificio emblemático y único.

Una puerta que marca civilización, hoy tan necesaria, para contención de las hordas que juzgan y luego preguntan. Un proyecto comunista al servicio, o ese es el teatro, de la separación de poderes y la lucha por la Ilustración.

En realidad el edificio se erigió como desafío o reparación de la devastación de aquella ciudad magnífica y burguesa para bien a la que llamaron “la París del norte”. De la que quedan ejemplares de viviendas, bloques y almacenes careados por tantas huidas de pianistas; así como una ciudad vieja y nueva reconstruidas, con grandes edificios del gótico y barroco que manifiestan la necesidad para vertebrar la sociedad en ocasiones de cierta iglesia militante en los confines del imperio (hablo del poder espiritual pero terrenal de la Iglesia de Roma que, cuando cayó a manos godas su montaje político, de bárbaros precisamente surgidos de los bosques impenetrables polacos, les convirtió al poder religioso del que mantuvo la capitalidad e influencias).

Iglesia de confín y misión a la que, sin embargo y en mi opinión, no representaba Woytila. Será por provenir como obispo de la noble y centroeuropea Pequeña Polonia. Conservadora y rica como la Baviera de Ratzinger, son regiones que nunca ven del todo mal apostar por el orden. Aunque cueste arrasar con una tolerancia de siglos a la comunidad que les ha dado esplendor como única clase media, en ambos casos la judía comercial e intelectual.

Este mazacote de palacio recuerda a la Universidad de Moscú Lomonosov del arquitecto Rudnev dado que también fue diseñado por él para regalarlo, ironías o no, por Stalin a esa Polonia de la que devolvió a Hitler a los judíos huidos a la URSS tras alcanzar con él un evidente acuerdo, ahora que sabemos las consecuencias, que cuando leí que se produjo de por sí ya me quitó cualquier postureo revolucionario.

Erigido en los años 50, remeda a la Torre España de Madrid, el Empire State y otros símbolos de cualquier ideología. Ahora bien, el arquitecto ruso le dio un alucinante aire de Giralda, debido a que introdujo frisos y galerías renacentistas por inspiración de los monumentos de Cracovia o Wroclaw que presentan cenefas y detalles al gusto renacentista italiano.

Es decir, lo humanizó y es lo que me gusta del mismo y ha provocado su aceptación como obra no kitsch por modulación de una agresividad de conquista de la sociedad polaca que pudiera haberse dado de ser más brutalista, gusto de aquel momento.

Al verlo sentí la misma emoción que cuando oteo desde el principio de la Calle Alfonso el edificio de la Adriática del Coso de Zaragoza, que me traslada a Nueva York o la para mí desconocida mejor arquitectura de Chicago; en Huesca ciudad me sucede con el Casino Mercantil modernista o su racionalismo propio y en Teruel, me emociona especialmente su fábrica de tabacos en la Huerta.

La presa del pantano de la Peña, la vuelta de los puentes en Alcañiz y su estanca, la judería de Calatayud, una pequeña mezquita que queda en las inmediaciones de Tarazona, la sutil sinagoga de Uncastillo, los aljibes en los bajos de las casas de la Binéfar de la sed, la estación de ferrocarril de Caminreal, son menos pero igual de evidentes como símbolos. Son sus puertas de acceso a visitantes, a veces lo han sido buena parte de sus hijos de los que renegaron con los años.

Está bien que el Palacio de la Cultura y la Ciencia de Varsovia sea memoria de la integrada, parte de la historia de la que no solo se renuncia sino que hoy se ilumina y se visita por todo personal del paso. El que se está quedando en Polonia como base por motivos logísticos militares, como principal y primera fortaleza de la OTAN y negando la condición de Rusia como europea, dará para otra entrada.

A 150 kilómetros de la frontera de la guerra o con lindes con enclave ruso, principal base de submarinos nucleares del Báltico, Varsovia crece y prospera, comercia y alberga, en un ambiente de fiesta propio del Gran Gastby, con retrogusto de último día, de entrega incondicionada, de decir más veces Europa como salida hacia delante de lo que la nombraba Felipe González después del 23-F.

Es como de Marta Sánchez cantando en un portaaviones que llevaba la bandera de todos los españoles, la del de Vic y Rentería como la tuya. Ninguno de los tres os lo creéis, pues a mí lo de que Europa empieza en Lublin también me cuesta.

01.07 Luis Iribarren

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