10.7.23

Aragonesxs: El día que Wojtyla vio Kasán en Zaragoza


Tan presente la condición religiosa católica de Polonia en el laicismo radical judío de Polanski y su obsesión por el lado oscuro de la vida como en la estética y temática de Pawiklowski, la figura de Juan Pablo II es ubérrima en la nomenclatura y espacios urbanos polacos.

Especialmente reina y con tu espíritu Wojtyla en Cracovia: presente una escultura digna de Pablo Serrano en la colina de su catedral de Wawel y dándole nombre a su aeropuerto. En Varsovia porta su nombre una avenida brutalista, repleta de edificios de cristal y cemento que atraviesa el antiguo gueto de norte a sur y fue emplazamiento del cuartel de torturas de la Gestapo de la ciudad. Musealizado para dar horror mucho más que Auschwitz, una instalación didáctica que no quita ni el hambre ni la sed a su salida.

Como se ve, todos ejemplos de que la historia no hace falta que sea adjetivada por el sustantivo memoria cuando sí forma parte de la vida cotidiana.

Wojtyla fue el papa del Baby, controversial y diferente. Tenía swing y una campaña de márketing, al ser el primer no italiano en suceder a Benedicto XIII en el Papado, solo por eso aproxima a Illueca con Cracovia.

Su figura no goza de aceptación en el mundo eslavo no católico: hoy Ucrania intenta formar parte de la OTAN como lo hace Polonia o Eslovaquia y su principal valedor es el Vaticano. Lucía Caram es su Santa Teresa de la ayuda humanitaria. No preguntemos a la inteligentsia rusa por Wojtyla ni por Walesa.

Aclamado en la avenida de los Pirineos de Zaragoza, Karol visitó el Pilar como mariano que fue. Fanático como Cioran de la lectura de San Juan de la Cruz, en la Segunda Guerra Mundial sobrevivió como componente en la clandestinidad de cierta iglesia que quedó en la Pequeña Polonia ocupada por el Reich (podéis añadir que por tolerada y no despachada a vivir entre muros de gueto) y, tras ello, desarrolló su carrera eclesiástica y dirigió la sede episcopal de Cracovia en momentos de dictadura del proletariado y fin de las ideologías pero matizado en el caso polaco.

Su experiencia con el comunismo, cuando cierta aristocracia y líderes religiosos polacos formaron parte de su burocracia, le hizo tener un posicionamiento distanciado en el revolucionario en sus contenidos Concilio Vaticano Segundo. Ocupó después la silla y portó la mitra y tiara papales, y le sentaban bien en su importante cabeza eslava, tras la muerte fulminante de su predecesor en extrañísimas circunstancias. Pero como Juan Pablo I, personalidad bien interesante, no visitó Aragón no le reconoceremos como presuntamente propio.

Dejó como sucesor a Ratzinger de su legado que, por motivos obvios, no iba a revisar el silencio de la jerarquía católica alemana en la noche de los cristales rotos.

El Papa viajero fue uno de los diseñadores por omisión de ese bloque único militar, económico y jurídico, europeo en lo nominal, que se generó tras la caída del muro de Berlín y el final del totalitarismo. Con los servicios de seguridad de esos regímenes y las iglesias correspondientes como únicos elementos o instituciones que aportaban estabilidad por unidad en una parte de los países del Pacto de Varsovia. Sumaríamos en Polonia el efecto del sindicato Solidaridad de Walesa y sus ganas de pactar, tan americanas.

Ello en un país que ha padecido un desplazamiento hacia el este de su elemento eslavo autóctono, pérdida de la población judía aparte que en algunas ciudades era más de su mitad.

El pueblo de los campos, los pola según su etimología indoeuropea, se hallaba fijado al comienzo de la Segunda Guerra Mundial más al este: se hablaba polaco en Ucrania Occidental y una de sus capitales intelectuales era Vilnius, la metrópolis judía del Niemen, de la que provienen los novelistas Milosz o el israelí Amos Oz.

Los polacos lituanos se utilizaron como base para la repoblación polaca de Pomerania y Danzig, hoy Gdansk, regiones y ciudades de la Hansa y luteranas. La familia de Günter Grass y tantas otras, a su vez, iniciaron una peregrinación hacia Hamburgo y Baja Sajonia. Los que no quedaron en los puertos de la antigua Alemania del Este.

Así que la estructura católica, obispados y monasterios que lideró nuestro personaje sí cohesionaron y fueron sustento del nacionalismo polaco dando identidad a un país de tan abiertas fronteras y cuyas regiones industriales, véase la historia de la química IG Farben en la Silesia de los campos de trabajo y la Schindler de Cracovia, formaban parte del territorio histórico alemán o se hallaban sitos en el imperio de Austria-Hungría, compartiendo lengua.

No es fácil en estas condiciones ser progresista; sí como mínimo jesuita cuanto no misionero más radical.

Al Papa que quería todo el mundo, especialmente las instituciones financieras vaticanas, le hicieron un escenario de estrella del rock para oficiar una misa ante centenares de miles de personas a la altura de Kasán, en la avenida Pirineos.

Un servidor ya agnóstico, sí se acercó porque me gusta la ingeniería para ver aquel papa-móvil blanco que puso de moda. Se celebraba, cuestión indiscutible pero hoy convulsa, pues el Papa reinante no se arruga respecto del voto de pobreza y los postulados de la Teología de la Liberación, la evangelización española de América en su quinto centenario.

El sello del mejor barroco de Ciudad de México o Lima con la incorporación de arte y colores indígenas en retablos, la obra de Bartolomé de las Casas y la extracción católica, enseñanza y universidades no seglares y resto de confusión iglesia-Estado resuelta con concordatos que tan bien le parecía al arzobispo polaco, queda como legado en ambas orillas del Atlántico. También en el Brasil organizado por Portugal a partir de establecimientos religiosos con su mayor parte de población surgida de los descendientes de la esclavitud, que practican un sincretismo de base africana con mezcla de santoral.

Papa como se decía muy conservador, se le acusa de ocultar bajo las alfombras los casos de pederastia, de considerar a los movimientos del siglo XX ultracatólicos como las nuevas huestes de monjes guerreros que tanta huella han dejado en la historia de Polonia.

Parece que la sociedad española de bien va camino de divorciarse de Francisco de las villas de Buenos Aires, así que conveniente resulta desempolvar a esta rock star devota de la icónica virgen negra de Czestochowa, símbolo religioso de Polonia, que significa Nuestra Señora del Monte Claro.

La fuerza de su mirada, que su reino sí fue de este mundo, su condición de líder político se advierte en la magnífica escultura desde la que mira a la catedral primada de Polonia, orientada a su vez hacia el este ruso, tan indomable, ateo y pagano como si fuera un escapulario. Detente, misil.

10.07 Luis Iribarren

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