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2.12.25

Obras de Jerónimo Zurita y Castro


Aragón ha sido tierra de grandes figuras históricas que han marcado caminos y han sabido recopilar nuestra historia, para poderla conocer hoy mucho mucho mejor. Uno de los más importantes fue Jerónimo Zurita.

Jerónimo Zurita y Castro nacido en Zaragoza, (4 de diciembre de 1512 - Zaragoza, 3 de noviembre de 1580, bautizado en la iglesia de San Gil,) fue el primer cronista oficial del Reino de Aragón y una de las figuras más relevantes de la historiografía renacentista española. Considerado unánimemente como el "Príncipe de los cronistas oficiales de la Corona de Aragón", su riguroso método historiográfico basado en fuentes documentales primarias revolucionó la forma de escribir historia en la España del siglo XVI.

Cuando Aragón había concluido ya su personalidad como Reino junto a los territorios de Baleares, parte de Italia, algo de Asia, parte de Francia, junto a la actual Cataluña, Valencia y sus alrededores, surgió la figura de un cronista que supo dejarnos por escrito toda la historia de su tiempo.

Zurita nació en el seno de una familia acomodada y bien relacionada con la Monarquía. Su padre, Miguel de Zurita, natural de Mosqueruela (Teruel), fue médico de cámara del rey Fernando el Católico y posteriormente del emperador Carlos V. Su madre, Ana de Castro, era la segunda esposa del doctor Zurita. De este matrimonio nacieron tres hijos: Jerónimo, Andrea e Isabel.

La posición privilegiada de su padre le permitió acceder a una formación humanística excepcional. Estudió en la prestigiosa Universidad de Alcalá de Henares, donde tuvo como maestro al célebre helenista Hernán Núñez de Toledo, conocido como el Comendador Griego o el Pinciano. En Alcalá coincidió con futuros intelectuales destacados como el cardenal Mendoza, León de Castro, y Francisco y Juan de Vergara, con quienes profundizó en el conocimiento del griego y el latín.

Su dominio de lenguas fue extraordinario: además del latín y griego clásicos, aprendió francés, italiano, portugués y catalán, lo que le permitiría más tarde consultar fuentes documentales en diversos territorios de la Corona de Aragón.

Gracias a la influencia paterna, en 1530 el emperador Carlos V nombró a Zurita merino (Juez ordinario y foral) de la ciudad de Barbastro y de la villa de Almudévar, además de "Continuo" de la Casa Real y gentilhombre de su Cámara con cargo militar. Poco después fue designado Baile (Juez ordinadiro de Huesca).

En 1537 contrajo matrimonio en Valladolid con Juana García de Oliván, hija del Secretario de la Inquisición, quien ya había conseguido que Jerónimo fuera su coadjutor y sucesor. De este matrimonio nacieron cinco hijos: Miguel (1542), Juana (1543), Jerónima (1545), Isabel (1547) y Jerónimo (1547), este último su heredero principal. De los cinco hijos, solo Isabel contrajo matrimonio; los demás entraron en religión.

Ese mismo año de 1537 fue nombrado asistente-secretario de la Inquisición al servicio del cardenal Juan Tavera, que desempeñaba los cargos de miembro del Consejo de Estado, inquisidor general y arzobispo de Toledo.

Las Cortes de Aragón crearon el cargo de Cronista del Reino en 1547. Como consecuencia de esta normativa, los Diputados del Reino aragonés eligieron y nombraron a Zurita para el cargo el 31 de mayo de 1548. Fue así el primer ocupante de este oficio que perduraría hasta principios del siglo XVIII.

A partir de su nombramiento en la Inquisición, Zurita emprendió una labor sistemática de investigación documental sin precedentes. Autorizado por los Diputados de Aragón y con permiso de los soberanos, trabajó en archivos de toda la Corona: Barcelona, Sicilia, Nápoles, Roma, La Seo de Urgel, Tarragona, Valencia y Simancas. En 1549 obtuvo las órdenes reales que le franquearon el acceso a todos los archivos y librerías, tanto públicas como privadas, para realizar sus investigaciones.

La fidelidad de Zurita a la corona, especialmente al príncipe Felipe, le llevó a una estima que se tradujo en un aumento de la confianza del nuevo rey tras su ascenso al trono en 1556. En 1566, Felipe II lo nombró secretario para el Concilio de la Inquisición, así como secretario de su Consejo y Cámara, delegando en él todos los asuntos de suficiente importancia como para requerir la firma del rey.

En 1567, el monarca le ordenó dirigir el acopio de fondos para el Archivo General de Simancas, contribuyendo a la organización de este importante repositorio documental. En 1571 obtuvo una sinecura en Zaragoza como racional (supervisor de la contabilidad municipal), lo que le permitió renunciar a sus anteriores cargos el 21 de enero de ese año para dedicarse por completo a sus estudios históricos.

La obra magna de Jerónimo Zurita, en la que trabajó durante treinta años, son los Anales de la Corona de Aragón. Esta monumental crónica narra la historia de Aragón en orden cronológico desde el periodo islámico hasta el reinado de Fernando el Católico, abarcando también los territorios vinculados a la Corona: Cataluña, Valencia, Mallorca, Sicilia, Cerdeña y Nápoles.

La estructura de la obra comprende veinte libros divididos en dos partes:

Primera parte (libros I-X): publicada en 1562, cubre desde los orígenes del reino hasta el reinado de Alfonso V

Segunda parte (libros XI-XX): publicada entre 1578 y 1579, abarca hasta la muerte de Fernando el Católico en 1516

Las principales ediciones de los Anales fueron:

La edición príncipe de 1562, editada por Bernuz en Zaragoza. La edición corregida por el propio Zurita de 1585, editada por Portonariis. La edición de 1610 por Robles, que incluía la Apología de Ambrosio de Morales y un parecer de Juan Páez de Castro en defensa de la obra​. La edición de 1668-1670 por Diego Dormer

El modelo historiográfico de Zurita fue el historiador romano Tácito. Se propuso hacer un relato histórico riguroso, alejándose de leyendas, rumores y creencias populares, contemplando únicamente fuentes antiguas y documentación archivística. Como señala su biógrafo: fue la primera historia española que no empezó por Noé.

Zurita puede considerarse como el primer medievalista de Aragón y un pionero de la historiografía científica española. Su método destacó por varias innovaciones fundamentales.

Preferencia por las fuentes primarias: no se conformó con seguir las pautas de sus predecesores, que se limitaban a reescribir la historia según las crónicas precedentes, sino que indagó en los archivos y utilizó documentación original. Rechazaba o desconfiaba de los cronicones antiguos y de la bibliografía que no contuviera un planteamiento crítico, apartándose de la fabulación y del mito.

Investigación exhaustiva: visitó numerosos archivos en España, Italia y Sicilia, recogiendo documentos de su propia mano que constituyen la historia más completa de la monarquía aragonesa.

Transcripción documental: en muchas ocasiones figuran en sus Anales las transcripciones literales de los documentos que le sirvieron de fuente.

Rigor crítico: aunque su estilo resulta árido y monótono, sus juicios son íntegros y honrados, concienzudo e imparcial.

En total se cree que fueron más de 40 libros los que llegó a escribir en sus años de investigador sobre la Historia de Aragón. El conjunto de documentos que Zurita recopiló durante sus investigaciones constituye lo que se conoce como la "Alacena de Zurita". Unos elementos casi tan importantes como sus obras.

Tras su nombramiento como cronista, visitó diversos archivos y fue recogiendo todos los documentos necesarios para escribir los Anales. Una vez utilizados, muchos los entregó al Rey o a los archivos correspondientes, y otros quedaron en su poder hasta su muerte.

En 1573 entregó al Archivo de la Diputación del Reino algunos legajos, expresando su deseo de que se guardasen en un armario junto con sus manuscritos, como prueba documental de lo escrito. El 4 de junio de 1576, su hijo Jerónimo Zurita Oliván presentó a los diputados la segunda parte de los Anales junto con la documentación correspondiente.

Este fondo documental sufrió gravemente el incendio de 1809 durante los Sitios de Zaragoza, conservándose hoy solo una pequeña parte que comprende documentos reales de Pedro III, Alfonso III, Jaime II, Pedro IV, Juan I, Martín I, Alfonso IV, Fernando II y Carlos II, entre otros.

Zurita mantuvo una intensa correspondencia con los principales eruditos de su tiempo. Su amistad con Juan Páez de Castro, con quien probablemente coincidió en la Universidad de Alcalá, fue especialmente fructífera. Páez de Castro fue helenista reconocido y cronista oficial de Carlos V y Felipe II, y ambos compartieron intereses por la historia y los libros.

También mantuvo relación epistolar con Antonio Agustín, eminente jurista, y con otros humanistas como Gonzalo Pérez, secretario de Estado de Felipe II.

Los Anales no estuvieron exentos de críticas. El cosmógrafo mayor Alonso de Santa Cruz, impugnó la obra, achacándole un punto de vista demasiado favorable al Reino de Aragón y cierto desdén hacia Castilla. Sin embargo, Zurita cosechó a esos defensores o detractores acérrimos que negaban que su historia mostrara un punto de vista tendencioso. A su defensa salieron Ambrosio de Morales y Juan Páez de Castro.

Esta controversia obligó a Zurita a someter sus Anales a revisión antes de que la obra pudiera publicarse en Castilla, pero finalmente la defensa de Morales y Páez de Castro prevaleció.

En 1578 y 1579 Zurita estuvo en Zaragoza con permiso real e inquisitorial, aunque no consiguió la deseada jubilación. Durante este período pudo atender directamente sus estudios históricos y ver la publicación de la segunda parte de sus Anales (1578-1579), de los Indices rerum (1578) y de la Historia del Rey Don Hernando el Católico (1580).

El 31 de octubre de 1580 hizo testamento, y el 3 de noviembre de ese mismo año el notario Jerónimo Andrés daba cuenta de su fallecimiento. Por deseo propio, sus restos fueron sepultados en el Monasterio de Santa Engracia de Zaragoza.

Su epitafio, que se encontraba colateral al sepulcro en el monasterio, decía: "HIERONIMO ZURITAE MICHAELIS F. GABRIELIS N...". Lamentablemente, el monasterio fue arruinado durante los Sitios de Zaragoza en la Guerra de la Independencia.

Zurita desempeñó un papel clave en la construcción de la memoria del pasado aragonés. Su obra sigue siendo de obligada consulta para cualquier estudio sobre la historia medieval de Aragón y la Corona. Como señalaban los estudiosos de su época, difícilmente se encontrará, ni aun en los tiempos modernos, una obra escrita con tal rigor crítico y tales cualidades de veracidad.

Su método de trabajo, basado en la consulta directa de documentos originales y el rechazo de las fabulaciones legendarias, estableció un modelo que sería seguido por generaciones de historiadores posteriores, convirtiéndolo en una figura fundacional de la historiografía científica española.

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