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30.11.25
Hoteles aragoneses con historia
Acaba el año y el Gran Hotel de Zaragoza, por el que pasó Hemingway cuando seguía la temporada de 1959 de duelos de los cuñados Dominguín-Ordóñez, está a punto de celebrar en pie y robusto su primer centenario.
Con la excusa de asistir a una feria artesanal navideña, he vuelto a entrar a este magnífico edificio del arquitecto Antonio Rubio del año 1929 y subido a sus escaleras, demorándome en sus magníficos y proporcionados salones -especialmente el de las columnas y la araña que se descuelga de un plafón elíptico, concebido por este padre del racionalismo español-.
He pensado: en este hotel podría vivir si tuviera mucho dinero como solitario recalcitrante con visitas. Únicamente añadiría a la suite una librería. Esta sensación solamente me la causa otro hotel en Zaragoza: el Hotel Orús por su magnífica fábrica, principal exponente de la arquitectura industrial rehabilitada de la ciudad.
El hotel Mur de Jaca, ciertos hoteles de los años 70 de Panticosa, el Pedro I de Huesca, la historiada Fonda del Tozal de Teruel, el hotel San Ramón de Barbastro y algunos más me trasladan a esa misma querencia de vuelta a la edad de oro de la hostelería aragonesa, que ya no me inspiran el Balneario de Panticosa ni resto de hoteles de la alta montaña. Todos en la fiebre del spa y yo arruinándome más la espalda la escritura.
Los paradores aragoneses y estatales de la red, especialmente el castillo de Alcañiz; los magníficos alojamientos del interior de la ciudad de Albarracín, el hotel Brujas de Bécquer de Tarazona comparten con los primeros coleccionar encuentros para el acuerdo, ser sede de celebraciones de las familias de su entorno y, si sus paredes hablaran, instantes de la vida verdadera de tantos de sus usuarios. Los hoteles no son, contra todo pronóstico, entornos posturales.
Los aragoneses no tienen la opulencia o relevancia de hoteles como el Ritz madrileño o el barcelonés, no han albergado citas políticas relevantes para decantar la balanza política, cultural o empresarial ni siquiera aragonesa.
O eso pensamos por conveniencia. Que no hay aguas subterráneas. Simplemente será que por ser local a nadie ha interesado su historia.
Escrito en una ciudad ni grande ni pequeña, con tranvía pero que no consiguió acondicionar el Teatro Fleta, hace buscar a sus visitantes al final de la tienda de una franquicia el techo circular de madera de Yarza del Coliseo Equitativa, somete a la sala del Cine Elíseos a la tortura de ser una hamburguesería, no sabe qué hacer con la Escuela de Artes de la Plaza de los Sitios -y así imitar a Belgrado y no a Viena-, ignora una de las bibliotecas más bellas del mundo -la de Ramón y Cajal-, y sus regentes vuelven a afirmar que falta vivienda dejándose morir sin vida mas que ocasional y turística a todo su casco viejo.
Al menos qué dos soberbios hoteles disfrutamos por dentro y por fuera para soñar que te sirven el desayuno con la indicación en la puerta del “no molesten” y que no te vas a llevar las toallas porque eres un aragonés enamorado de sus hoteles… Esperemos que el refrigerio lo preparen con alimentos de temporada aragoneses y procesados de la tierra pese a pertenecer a cadenas estatales y, seguramente, fondos de inversión.
Escrito por un nostálgico en haber podido encontrarme a Joaquín Costa en el Hotel Lleida de Graus, a Teodoro Bardají impartiendo su magisterio en los fogones de Panticosa, a Isidoro de Antillón visitando su provincia de Teruel y alojándose en una venta del Jiloca, a Pilar Bayona -esa aragonesa tan sublime- tocando el piano de algún salón de estos hoteles.
Aragón está en permanente huida hacia adelante, demasiados ingenieros con proyectos nos visitan a costa de la ciudad central que fuimos, que tan bien refleja el espléndido cementerio de Torrero en su visita escultórica.
Hoy ciudad de servicios de un valle de espacios demasiado abundantes. Lo que no compensa que se hayan agotado las entradas de Morrissey. Que, por cierto, dónde dormirá… Para desayunar lo que ahora llaman “producto”, le recomiendo dos horas en autovía y así se levantará en el óvalo de Teruel…
30.11 Luis Iribarren

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