El escritor, no. Otro que va a salir a partir de ahora en metaverso. José Luis Acín Fanlo "Chefo". Compañero de clase de La Jota, una nueva baja a la ya larga lista. Pero este sí vivió cada día como si fuera el último.
Pelo lacio y tirando a graso como pincel de acuarelas, gafas de personaje de Vázquez, flaco como un alambre o personaje de “The Wire”, yo solo me bebí pero él también se fumó en su más amplia acepción el Windsor y la calle San Lorenzo de los 80. Donde el Gallizo, con relación con la Merche.
Secundario de sí mismo.
Un colega de clase con el que he mantenido por vecindad jacetana más relación en el tiempo, vive en Canfranc, no solo no tiene pelos en la lengua. Tampoco plumas. Un día me dijo con dolor que en la enseñanza religiosa masculina nos habían educado para la rabia y no la sabíamos controlar.
José Luis la expulsaba, la diluía en el agua de limpiar las plumillas. Hasta las combinaciones de sus bocadillos de recreo parecían un abanico de esos que abren los pintores para elegir color.
El Chefo para tantos era eléctrico, sus ojos saltones nunca necesitaron por propios que sus personajes pasaran por Heidi y Murakami. Se ha ido auténtico, como escribió Ángel Ezquerra ayer haciendo un haiku de dolor de asombro, ha vivido pero su obra vive de hacer lo que siempre quiso.
El mejor dibujante de no rotring y portaminas de clase artístico; el técnico se llama Miguel Ángel Marco y tiene mente de Paladio. José Luis era un chisgarabís de la creación, un personaje de mano fácil al bolsillo para echar botellines y conversación. Pura vida, dicen en Costa Rica.
Inagotable conversador a borbotón, urdidor de historias, se sentaba bien el punto de mala leche forzada que teatralizaba un crío más bueno que el pan.
Que adquirió el don innato de la perspectiva callejera, tocaba de oído, esquivando las torres de alta tensión para alimentar a la Lechera y Cogullada que pasaban por la calle José Oto. La caballera siempre le dio igual.
Querido Acín, te han hecho un obituario los que te han conocido de adultos. Vaya este boceto de compañero de pupitre a ti, flaco que tanto engordaste papel satinau, que empalmabas cartones enteros de Ducados y liabas con la rapidez con la que hablabas cuando no tenías un pincel en la mano.
Salud, compañero. Precisamente porque no pega pero te refleja, van esos estribillos. Porque te cimbreaste como el Capitán Garfio y soñaste desde la 13 Rue de Pascuala Perié, y fuimos a ver algunas veces al Mariano Casanova.
Por mucho que busco, no encuentro tus defectos
Y la humedad ha impuesto su ley… A contratiempo…
08.08 Luis Iribarren.
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