El Estado Islámico volvió la semana pasada a sembrar el terror y el horror en el Reino Unido, esta vez cebándose con los más jóvenes. Los terroristas han acuñado una nueva marca yihadista, "soldado del califato" que mata y utiliza con fines perversos el nombre de Alá.
Es terrorífico que utilicen la religión para matar.
Algo que ha ocurrido a lo largo de la historia en diferentes versiones y por diferentes causas por lo que quienes lo siguen haciendo, continúan anclados en la Edad Media pero con unos objetivos del siglo XXI. Y estos no son otros que seguir manipulando a decenas de personas para canalizar su odio a "Occidente" prometiendo el paraíso eterno si se llevan por delante a inocentes.
Líderes que no moderan las pasiones, más bien las incitan y las arrastran para que otros las conviertan en sangre. Ni toda la policía ni ejércitos del mundo podrán terminar con esta lacra mientras sea el odio quien alimente a estas personas. Si no somos capaces de derrumbar los muros culturales que separan y aíslan a la cultura musulmana, no terminará esta guerra.
Llevemos inversiones y desarrollo a estos países. Llevemos igualdad de oportunidades para que cada sociedad florezca y viva en paz. La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa.
Por eso, cuando gente como Trump aumenta los gastos de defensa en su país para luchar contra el enemigo yihadista, a costa de reducir la educación y la sanidad, nos tiene que hacer pensar en el poder de quienes, en la sombra, hacen lo posible para aumentar el gasto militar con la excusa yihadista.
Los lobbies de las empresas de armas consiguen trasladar la sensación de que sólo una sociedad armada podrá luchar contra ese enemigo. Pero toda guerra es un engaño y si no, que se lo digan a las víctimas inocentes, como las de Manchester.
Daniel Gallardo Marin
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