13.8.18

En Zaragoza también tenemos dos clases de pobreza grave


Hay grupos en esta Zaragoza tan diversa, de "Juanitos", de Juan Nadie, de voluntarios que dan su mucho tiempo por los demás, de parroquias que ayudan, de asociaciones, sindicatos u ONG que apoyan y conocen, de algunos pocos partidos políticos que están muy pendientes de su sociedad. Grupos zaragozanos muy variados que resultan imprescindibles para que la sociedad zaragozana sufra un poco menos.

Hace un mes me citaron para una reunión de trabajo con otros dos trabajadores de la sociedad zaragozana, con la idea de implantar un sistema de apoyo social a base de radares que en núcleos pequeños de Zaragoza empezara a “vigilar” a personas muy mayores y que viven solas, para detectar sus necesidades. Sobre todo de soledad, de abandono, de enfermedad. Y se pensó en trabajar de la mano de lxs trabajadorxs sociales de los ambulatorios de la Seguridad Social.

Estas semanas los fallecimientos en abandono total que hemos tenido en Zaragoza nos han desbordado las expectativas. Curiosamente ya se había detectado un crecimiento del problema desde hace un año y había asociaciones que estaban dispuestas a revertir en alguna medida esto. Que por cierto no es nada sencillo, pues hay un factor humano de complicada reversión. La libertad individual ante todo.

La pobreza en Zaragoza se divide en dos bloques totalmente distintos. La pobreza extrema, que la vemos y la ayudamos desde varios objetivos sociales, y la pobreza mediana, escondida, con reparos de mostrarse, que pide ayudas menos veces de las que lo necesita, que está totalmente hundida y avergonzada de su realidad. Esa pobreza a la que llegamos en menos ocasiones, necesita mucho más el apoyo (sobre todo el) moral y el presencial, y el económico que no es de supervivencia pero sí de dignidad.

Al primero hay que darle ayuda pero él sabe donde pedirla. Al segundo tipo de pobreza social hay que ir a buscarlo pues no sale de su casa, no quiere solicitar apoyo, sufre en silencio sus dolores sociales. Los que sabemos de su existencia tenemos la obligación de intentar remediarla, pues sobre todo afecta a personas mayores, personas solas, enfermos crónicos, gentes separadas de una vida social digna y a veces disfrazados de normalidad.

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